lunes, 14 de octubre de 2013

La historia de un bebé


Eran las once de la  noche, Ricardo había decido caminar bajo la luz de la luna. Tomó su abrigo, abrió la puerta y salió de su casa. Llegó al puente, lo cruzó, vio hacía el mar, los barcos y una pequeña lancha  que se iluminaba con un pequeño farol. Bajo a la orilla, quería verlo, le parecía hermoso. La lancha llegó al punto donde él se encontraba, lo jaló y lo amarró. Levantó la tela que lo cubría y encontró un bebé. No lo podía creer, empezó a gritar para que lo ayudaran pero nadie se acercó. Así que decidió tomar al bebé entre sus manos y regresar a su casa.

Antes de llegar pasó a una farmacia y compró ropa, alimento y pañales para el bebé. Se sentía feliz aunque sabía que lo iba a mandar a una orfelinato al día siguiente. Pasó la noche brindándole su calor, su cariño y su tiempo. Amaneció, no le importo dormir poco pues apreciaba tenerlo cerca de él. Mientras el bebé dormía, se baño. Se arreglo y fue al departamento de policía. Contó como lo había encontrado y lo deje en el escritorio del policía. Le dijo que no podía cuidarlo y que sería mejor encontrarle una buena familia.


Así fue, el bebé estuvo en el orfelinato poco tiempo. Una pareja lo adoptó y ahora cuida del bebé que viajaba en la lancha. Nadie sabe como fue su naufragio y sí había alguna otra persona con él, con la madre o el padre. Sólo el bebé lo sabe, pero por su corta edad no podía contar su propia historia. Así que yo la cuento como me la contaron... 



Historia de una devota

Era María, una mujer muy bella, de una piel tan tersa como la manzana, de una sonrisa tan hermosa. Su pelo de color castaño, largo y suave atraía a muchos. Algunas veces se hacía mechas de color morado o azul para llamar la atención.

María se entregó al amor, sin saber de su rumbo, sin saber sus penas o glorias. No sabía nada, solamente se entregó a él. Fue feliz un tiempo y luego lloró, su amor había muerto. Las palomas se lo habían llevado durante el ocaso, no le volvió a ver.


Rezó a San Antonio, para volverse a encontrar con el amor. Hizo las oraciones respectivas y también la novena. Entonces encontró su amor, estaba sentando al pie de la columna que estaba en su casa. Lo acaricio, lo acercó, lo besó y lo guardo en su corazón. 


viernes, 11 de octubre de 2013

En otoño

Una noche de otoño estaban ahí, ellos viendo al cielo, intentando contar las estrellas. Sí, se perdían volvían a empezar el conteo. Fue una noche larga pero bella. Una noche iluminada por la luna y refrescante por el viento.
Cada quien pensaba en ver más allá, en encontrarse siendo mariposas, en sentir siendo libelulas, en dormir siendo tortolitas y en soñar siendo luciernagas.

Así fue aquel momento, mágico y sereno. Al final, antes del amanecer la sensación de paz invadía aquel espacio, durmieron al momento en que las estrellas duermen, al momento en que la luna dejó de brillar.

En la mañana las hojas secas de los árboles caían, llegan a donde ellos estaban y así fuesen parte de aquel paisaje. Despertaron, se vieron y cambiaron. Agua y viento, lluvia y rayos, frío y oscuridad y así marcaron aquella estación de tiempo.


lunes, 7 de octubre de 2013

Lágrimas de alegría

Me gustaría darte una respuesta razonable del porqué mis lágrimas, del porqué de mi sensibilidad de este momento, pero no puedo. No entiendo porque lloro ahora, no es porque me sienta triste, porque este enojada o porque tú me hayas causado algún mal, no es así. Creo que es simplemente por lo que siento ahora, por la alegría que hay en mi corazón, por darme cuenta de lo hermoso que es la vida, de lo bello que es bailar cubierta por la luz de la luna esta noche, por el vestido que tengo hecho con los pétalos de las flores del árbol que está en el centro del bosque. Porque mis labios de color rojo besan los tuyos y los pintan del mismo color.


Simplemente lloro de alegría, por la felicidad tan grande que hay en mi corazón. Por ser la persona que soy, me siento bien de saber mis debilidades y por alcanzar lo que quiero a la vez. Lloro también por ser la persona que soy, no porque me sienta mal conmigo misma sino que sé del esfuerzo que hay para llegar a ser quien soy. Te regalo está rosa para compartir contigo lo que siento, para que te sientas feliz porque te la regalo y así quiero compartirte también lo bien que me siento ahora. 


En el parque

Estaba sentada en aquel parque, donde muchas personas se han quedado a dormir ahí por la falta de un hogar, de una cama o porque aún no han llegado a su destino. Los he visto ahí, tapándose con sus chumpas, suéteres o sudaderos. Antes de cerrar los ojos para descansar, lo último que ven son las estrellas que brillan en el cielo oscuro, bajo la luz de la luna alguna vez. Lo que sienten antes de dormir es el viento rozando su pie y que alguna vez les ocasiona un frío.


Me quedo pensando en las personas que están ahí, solas y pienso que no hay nadie más que solamente ellos en sus propias vidas. Pero están las otras personas, que van acompañadas, las que se logran acurrucar en la silla de madera, cuando alguien recuesta la cabeza en la pierna de la otra persona, que duerme sentada. De alguna manera entre las dos personas, se intentan dar calor hasta la mañana siguiente.


Respirar en la ciudad

Sí, la vida da vueltas, tantas que algunas veces siento que llego a desmayarme. Que puedo perder el rumbo, pero resulta que tienen un gran significado para mí después. El sentir amor y amar todo, me da alegría, me da anhelos de seguir mi camino y que el sol alumbre y brille como lo hace cada amanecer. Me alegra saber, que aunque sean los pocos árboles que miro en mi camino, son los que guardan en ellos pájaros, mariposas, pequeños nidos y hojas verdes a pesar del humo de la ciudad. Me emociona llegar a mi lugar de trabajo y poder contemplar hacia el cielo. Observar un cielo despejado o algunas veces con nubes y otras veces con nubes que traen la lluvia consigo. Me fascina sentir el viento a mí alrededor y que me cause una leve frescura que me quita el calor que puedo sentir.

Me gusta caminar por las calles que trascurro para llegar a mi casa. Algunas veces alzo la vista otra vez al cielo, para intentar darme cuenta si ha tenido un pequeño cambio de la última vez que las vi. Pienso que sí me negara tales oportunidades, entonces caería en el cansado diario a diario del cual muchas personas que quejan. Así pues, mi día se vuelve en una hermosura que sólo la vida me regala, que me hace sentir que estoy viva, que soy un ser humano mortal intentando sobrevivir ante tantos dilemas, peligros, frustraciones, tristezas e inseguridades.

Por la tarde, hacía mi otro camino del día, observo el paisaje que me regala el pasar un puente en el cual se cruza un barranco que comunica una zona con la otra. Observo algunas veces el lado Norte y a mi regreso el lado Sur, un paisaje que me roba un aliento, un pensamiento, un respiro profundo, un poco de mi imaginación, un susurro o un anhelo. Sí hay tráfico, no importa tengo tiempo para verlo. Para identificar los colores que me ofrece un atardecer o un anochecer. Algunas veces, el vuelo de los pájaros regresando a sus nidos o los últimos rayos de sol sobre la ciudad. Y si me siento con desánimos, siento que respirando mi ser regresa a mí.

Luego la tranquilidad de la noche. La tranquilidad de estar en casa, de regresar ya sea de una fiesta, de una reunión, de una cena o de mi último trabajo. Cierro la puerta, vuelvo a respirar y siento la serenidad en mí. El resultado de haber llenado de lo poco de la naturaleza en la ciudad, de los espacios que me da para admirarle y enamorarme más de ella. Querer escuchar el sonido de la lluvia que cae sobre el asfalto desde mi ventana o el dejar que la música que me gusta suena, mientras observo los últimos carros de esa noche. Decido, algunas veces lo que dure el cigarro, la taza de café o lo que mi ser quiera.  Observo los cuadros que tengo, los recuerdos de algunos viajes en presentes o me dejo cautivar por la música.


Me voy a la cama y duermo. Al día siguiente sé que la naturaleza me sorprenderá con sus pequeños detalles, con los tonos, colores, olores de cada día. Entre el humo, la bulla de la ciudad y mi amor a lo que siento por ella. A los pequeños detalles que también encuentro en amigos, a una sonrisa, un gesto, un baile o algún chiste. Simplemente, me deje cautivar por el ritmo de la vida, entre las prisas y el respiro profundo que cosecha mi diario vivir.