Una noche de
otoño estaban ahí, ellos viendo al cielo, intentando contar las
estrellas. Sí, se perdían volvían a empezar el conteo. Fue una noche
larga pero bella. Una noche iluminada por la luna y refrescante por el
viento.
Cada quien
pensaba en ver más allá, en encontrarse siendo mariposas, en sentir
siendo libelulas, en dormir siendo tortolitas y en soñar siendo
luciernagas.
Así
fue aquel momento, mágico y sereno. Al final, antes del amanecer la
sensación de paz invadía aquel espacio, durmieron al momento en que las
estrellas duermen, al momento en que la luna dejó de brillar.
En
la mañana las hojas secas de los árboles caían, llegan a donde ellos
estaban y así fuesen parte de aquel paisaje. Despertaron, se vieron y
cambiaron. Agua y viento, lluvia y rayos, frío y oscuridad y así
marcaron aquella estación de tiempo.
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