Eran las once de la
noche, Ricardo había decido caminar bajo la luz de la luna. Tomó su
abrigo, abrió la puerta y salió de su casa. Llegó al puente, lo cruzó, vio
hacía el mar, los barcos y una pequeña lancha
que se iluminaba con un pequeño farol. Bajo a la orilla, quería verlo,
le parecía hermoso. La lancha llegó al punto donde él se encontraba, lo jaló y
lo amarró. Levantó la tela que lo cubría y encontró un bebé. No lo podía creer,
empezó a gritar para que lo ayudaran pero nadie se acercó. Así que decidió
tomar al bebé entre sus manos y regresar a su casa.
Antes de llegar pasó a una farmacia y compró ropa, alimento
y pañales para el bebé. Se sentía feliz aunque sabía que lo iba a mandar a una
orfelinato al día siguiente. Pasó la noche brindándole su calor, su cariño y su
tiempo. Amaneció, no le importo dormir poco pues apreciaba tenerlo cerca de él.
Mientras el bebé dormía, se baño. Se arreglo y fue al departamento de policía.
Contó como lo había encontrado y lo deje en el escritorio del policía. Le dijo
que no podía cuidarlo y que sería mejor encontrarle una buena familia.
Así fue, el bebé estuvo en el orfelinato poco tiempo. Una
pareja lo adoptó y ahora cuida del bebé que viajaba en la lancha. Nadie sabe
como fue su naufragio y sí había alguna otra persona con él, con la madre o el
padre. Sólo el bebé lo sabe, pero por su corta edad no podía contar su propia
historia. Así que yo la cuento como me la contaron...
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