Quisiera que el sol se ocultara al
anochecer y que la luna iluminara el día, pero no es posible.
Me he acostumbrado a que la luna
levente mi falda y a ver los árboles dormir por la noche.
El sol no se da cuenta de nada porque
duerme a las siete y aunque le cuente, no me escucha.
Me cuesta ser una amante discreta, pero
es común que viaje cada mañana sin la luna.
He decidido hacerle caso a mi instinto y me
olvido de lo que deseo a escondidas de ambos.
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