Un día
buscaba entre las cosas de mi madre un vestido para ir a la fiesta de
graduación de Margarita. Había guardado sus cosas después de su
muerte, cuando un policía había disparado en contra de ella cuando
huía de la prisión. El gobierno quiso matarla por haber actuado en
contra del presidente, por querer la revolución y ser comunista. Al
igual que mi padre, quien repartía volantes con mensajes subversivos en contra del Estado y que había sido muerto por la CIA.
En el
baúl de los recuerdos de ella, encontré una carta de mi madre para
Domingo, su gran amor y mi padre. La leí, decía:
24 de
octubre de 1962
Querido
amor, te confieso que lo siento por ti. El amor que el mismo amor que
siento provoca en mi y la razón del porque amarte como lo hago. Pase
en algún momento de mi vida una historia trágica, que no deseo
recordar, que quiero olvidar pero que cada día recuerdo al ver a mi
hija. Una niña preciosa que conociste cuando tenía cinco años, que
le gustaba jugar con tu pelo y jalarte los bigotes. Una niña que
soñaba con ser doctora cuando fuera grande, cuando tuviera la edad
que tengo yo ahora.
Nos
conocimos en aquel parque que estaba cerca de nuestras casas. Yo
siempre iba todas las tardes con mi hija y tu hacías globos para que
los padres compraran. Algunas veces me sacabas la risa con tus
payasadas, con tu humor ingenuo y con las figuras de los globos. Me
gustaba mucho el gato que hacías con tres globos de diferente color
cada uno. Me gustó tanto el gato, que te fui a comprar uno para mi
hija pues me parecía muy aniñado comprar uno para mi y no para mi
hija.
Al
acercarme a ti, hiciste una broma y me reí. Reí tanto que tú,
siendo un payaso de profesión te di pena. Fue ahí donde me di
cuenta de mi risa y me callé. Mi hija también reía conmigo,
escogió el gato que ella quería, uno que era de color amarillo,
verde y morado. Te pague, nos volvimos a sonreír y nos fuimos del
parque. Me quede pensando en que tenías los mismo ojos que San Juan
Bautista y fue así como me gustaste aquella tarde.
Después
de aquel día, siempre salíamos a la misma hora del parque. Me
acompañabas a mi casa y siempre llegamos mi hija y yo felices de
haberte visto y de haber compartido contigo un rato agradable. Me
recuerdo como te costó preguntarme por el padre ausente de mi hija y
te conteste que era madre soltera y que así estaba muy bien. También
me preguntaste por algún novio en mi vida y te comenté que tampoco
había novio alguno. No quise decirte más ni darte más razones,
pero viste el camino libre para ti.
Te
comenté que me gustaban los gatos que hacías con los globos, cada
día me regalabas uno y yo me emocionaba. Los empezaste a cambiar
también, recuerdo uno que hiciste de gran tamaño que lo deje cerca
de la puerta de la cocina que era el único lugar que había
encontrado para el gato. Mi hija era feliz, jugaba con ellos, le
ponía nombres a cada uno y los reconocía por los colores. Yo
algunas veces le ayude con los nombres y el que más me gustó fue
Serafino. Un gato mediano que tenía un bigote azul de cada lado, una
cola roja y su cuerpo de color amarillo.
De
dejarme sólo en la puerta, pase a invitarte a tomar un café. Te
sentabas en la silla que estaba cerca de la cocina, cruzabas la
pierna y tus grandes zapatos a veces no me dejaban pasar. Me
molestabas mucho pero también me hacías reír mucho. Te conté que
trabaja como empleada doméstica en una casa cerca a la mía por la
mañanas mientras mi hija iba a la guardería. No comentaste nada
pero recuerdo que en esos días me sentía como me sentí cuando
recibí la primera comunión.
Un día,
llegué al parque sin mi hija tenía un tiempo antes de la hora a la
cual iba por mi hija a la guardería. Me invitaste a un helado de
carretera, compraste el cono jumbo de vainilla. Me agarraste de la
mano y caminamos en el parque. Nadie dijo nada, solamente caminamos
así y escuchamos el sonido del canto de algunos pájaros que andaban
por ahí, el paso de los carros y el grito de los niños que jugaban.
Te dije que me tenía que ir pues tenía que ir a la guardería. Me
acompañaste, pero antes de llegar, cabal frente al rosal de la Nía
Rosa me besaste. Primero me dijiste que yo era la única mujer que te
recordaba la primera estrella de la tarde. Luego me dijiste que
cerrara los ojos porque ibas a darme un regalo. Yo no quería
cerrarlos, me daba vergüenza que alguien nos viera. Después de
mucho rogarme te fuiste acercando poquito a poco hasta que tus labios
se arrejuntaron con los míos. Sentí la boca llena de rosas.
Al poco
tiempo me preguntaste si quería casarme contigo y te dije que si.
Nos íbamos a ir de la ciudad porque en el circo en el que estabas,
al día siguiente levantaban la carpa y seguían hacía el sur. Pero
me sentía sucia ante ti, tenía que confesarte mi mayor secreto.
Tenía que contarte como Don Arturo había abusado de mi y a causa de
ello yo era madre. Un día antes de la última función del circo,
nos juntamos en el parque como siempre. Te iba a comentar mi secreto,
pero te vi algo preocupado. Traías contigo un paquete que al final
lo guarde por ti porque no sabías donde esconderlo. Te dije que no
juntaríamos al día siguiente en el parque, antes de medio día para
dártelo. Te fuiste corriendo y yo salí del parque, unos policías me
empujaron y me dijeron que querían revisar mis cosas pero les dije
que no podían hacerlo. Se fueron pero tuve que pagarles con un poco
de dinero para que me dejaran en paz. Antes de llegar a la guardería,
el paquete cayó y soltó un montón de volantes que tenían mensajes
en contra del Estado.
No
comprendí porque tu participación o el de tu acción, no te miraba
como la persona que podía actuar de dicha manera y que buscaran ser
parte de la revolución, nunca comentaste alguna opinión en contra
del presidente. Así que me quede pensando porque hacías lo que
hacías, más siendo un payaso que estaba en el circo y que luego
vendía globos en el parque. Yo alguna vez si te dije que estaba en
contra de la reelección del presidente pero no contestaste nada ni
tampoco hubo algún tipo de reacción. Así que cuando te viera, te
preguntaría.
Llegó el
día de hoy, el día el cual nuestras vidas se unirán por amor pero
tenía que preguntar del porqué del paquete y contarte mi secreto.
Nos juntamos en el parque a medio día y te pregunté. Me contaste lo
triste que había sido tu infancia. Cuando los policías habían
agarrado a tu padre para que confesara en donde guardaba las bombas,
no lo hacía porque no quería morir y negaba todo lo que los
policías decían. Tú estabas viendo como le golpeaban y como su
ropa se empezó a llenar de sangre, querías que parara la tortura
para con tu padre. Empezaste a llorar y seguiste con tu historia, que
un policía siendo tu un niño te preguntó en donde guardaba las
bombas tu padre y le fuiste a enseñar.
Tenías
la esperanza que así lo dejaran tranquilo y no lo golpearan, pero
después de ese día nunca más le volviste a ver. Tu mamá había
muerto a los pocos días por el dolor de la muerte de tu padre y te
quedaste solo. Te adoptó un extranjero que refugiaba a personas que
el Gobierno buscaba para matar. Y fue así como me dijiste que
jugabas con la muerte siendo un niño, pues después de la muerte de
padre y madre, mirabas también como las personas que tu padre
adoptivo refugiaba morían también. Habías sentido que siempre te
ha acompañado la muerte y que haciendo lo que hacías, te ibas a
liberar de ella. Querías luchar por justicia y que te habías
asqueado y cansado de tanta desigualdad.
Terminaste
diciéndome, que no olvidara que cuando el payaso ríe es porque le
duele el alma. Tenías aquel gran dolor por la muerte de tu padre. Yo
te conté de lo que me había pasado trabajando en la casa de Don
Arturo. Tenía miedo de que me dejarás y ya no quisieras estar
conmigo. Terminé de contarte la historia y me abrazaste. Lloré,
lloramos y sentí que te amo con todo mi corazón, con todas mis
fuerzas. Sólo quiero estar contigo, tener hijos contigo y ser feliz
contigo junto con mi hija. Te di el paquete y te fuiste. Quedamos de
vernos cerca del circo, cuando terminara la función y así irnos.
Ahora que
estoy en casa, te escribo esto de como con el tiempo, las horas
juntos me enamore de ti. Me hacías reír y creo que estando juntos
encontramos nuestra libertad que tanto anhelamos. Tu libertad de la
muerte y la mía a causa de lo que te conté hace un rato. Te amo y
espero que nuestro futuro sea como lo es nuestro amor ahora de
maravilloso.
Lucía.
Terminé
de leer la carta y me enteré de todo lo que no sabía. No sabía que
mi madre había sido violada y por ello había nacido. Tampoco sabía
que Domingo no era mi padre biológico, sino que Don Arturo, quien
abuso de mi madre. Igual tampoco sabía quien era Don Arturo. Pensé
que para estas fechas, ya habría muerto y que en algún momento
había pagado por lo que le había hecho a mi madre. Aún así,
recuerdo que mi madre Lucía me dio todo su amor y me sentía feliz
junto a ella.
Observe
la fecha, era el día en que ambos, mi padre y mi madre habían
muerto. Empezaron a brotar unas lágrimas de mis ojos, pero me lleno
saber el gran amor que le tenía, el mismo amor que le permitía amar
con tanta fuerza a pesar de lo que le había ocurrido. El amor de
Domingo a mi madre también era fuerte y que ambos, a través del
amor habían encontrado la libertad que tanto deseaban, que había
marcado su vida. No sé si fue casualidad o parte de lo que tenía
que pasar, pero el día que iban a irse fue el día que murieron. Se
fueron juntos al final de sus vidas, queriéndose y amándose.
Estaba y
me sentía consternada, me había enterado de mi origen pero ese día
también me enteré de lo grande que es el amor, lo bello de sentir
amor y de expresar amor. Seguí llorando, pero me reconfortaba el
afecto que guardaba en mi corazón, cuando mi madre me abrazaba,
cuando me daba las buenas noches, cuando jugaba conmigo y que sabía
que siempre buscó lo mejor para mi. La hermana de mi madre cuido
después de mi, pero empecé a imaginar como hubiera sido mi vida en
el circo, entre risas y dolores tan grandes que se adentran en el
alma de las personas y que son el motivo de la búsqueda de su propia
libertad.