lunes, 30 de septiembre de 2013

Hacia la montaña

Solía reflejarme en el agua del río
Aquel cercano a la montaña
A la más alta, a la más verde,
A la que tocaba las nubes en la cima.

Iba todos los días, de mañana
De tarde y a veces de noche.
Me sentía segura en ir, en encontrarme,
Viéndome a mi misma con ternura.

Sentí que volaba cuando caminaba hacia ella,
Cuando mi ser se encontraba jugando,
Imaginando, escuchando y riendo.
Fui feliz junto a las luciérnagas.

Así eran mis vistas, mis momentos,
Pegados a la vida, a la lucha
A lo imposible y lo indefinido.


domingo, 29 de septiembre de 2013

Andromeda


Siento que vuelo, que viajo entre las nubes. Que mi corazón me guía y me lleva a donde están las estrellas, quiero llegar a andromeda y ver desde ahí el espacio. Estar en la nada y sentir aún así, flotar e ir sin rumbo alguno. Viajar en mi tiempo y dejarme asombrar ante tanto brillo, ante lo inexplicable algunas veces veces para mi. Quiero ver así un cometa y pedir un deseo, así como dicen los abuelos. Quiero asombrar y maravillarme ante la infinitud y saber lo finita que soy como ser humano.  


Y sin palabras también te lo digo

Que puedo decirte corazón, siéndote sincera sabrías lo que quiero decir con mi mirada, con la forma en como te veo, la manera en que piel se quiere acercar a la tuya y rozarle, que puedo decirte que no sepas y que se resuma un te amo. Si existiera otra palabra para poder expresarte lo que siento, la utilizaría, no tengas duda... Pero no haya ninguna palabra que pueda utilizar para decirte todo lo que hay dentro de mi, todo lo que me haces sentir y como el amor que siento crece cada vez un poco más.


Algunas veces junto mi pecho a tu brazo izquierdo, para que a través de mis latidos tu corazón le escuche y sepa lo emocionada que me siento al estar junto a ti. Que sepas sin palabras lo que mi cuerpo le quiere decir al tuyo, lo que mis hormonas le dicen a las tuyas, eso espero pero no sé sí es posible la comunicación así. Algunas veces tu olor me habla y yo le escucho, por eso beso tu cuello y rozo mis labios en tu oreja, si tu te dejas. Cuando lo permites, dibujas una leve sonrisa en tu rostro y yo me río también contigo.  


La historia de un payaso

Un día buscaba entre las cosas de mi madre un vestido para ir a la fiesta de graduación de Margarita. Había guardado sus cosas después de su muerte, cuando un policía había disparado en contra de ella cuando huía de la prisión. El gobierno quiso matarla por haber actuado en contra del presidente, por querer la revolución y ser comunista. Al igual que mi padre, quien repartía volantes con mensajes subversivos en contra del Estado y que había sido muerto por la CIA.

En el baúl de los recuerdos de ella, encontré una carta de mi madre para Domingo, su gran amor y mi padre. La leí, decía:

24 de octubre de 1962

Querido amor, te confieso que lo siento por ti. El amor que el mismo amor que siento provoca en mi y la razón del porque amarte como lo hago. Pase en algún momento de mi vida una historia trágica, que no deseo recordar, que quiero olvidar pero que cada día recuerdo al ver a mi hija. Una niña preciosa que conociste cuando tenía cinco años, que le gustaba jugar con tu pelo y jalarte los bigotes. Una niña que soñaba con ser doctora cuando fuera grande, cuando tuviera la edad que tengo yo ahora.

Nos conocimos en aquel parque que estaba cerca de nuestras casas. Yo siempre iba todas las tardes con mi hija y tu hacías globos para que los padres compraran. Algunas veces me sacabas la risa con tus payasadas, con tu humor ingenuo y con las figuras de los globos. Me gustaba mucho el gato que hacías con tres globos de diferente color cada uno. Me gustó tanto el gato, que te fui a comprar uno para mi hija pues me parecía muy aniñado comprar uno para mi y no para mi hija.

Al acercarme a ti, hiciste una broma y me reí. Reí tanto que tú, siendo un payaso de profesión te di pena. Fue ahí donde me di cuenta de mi risa y me callé. Mi hija también reía conmigo, escogió el gato que ella quería, uno que era de color amarillo, verde y morado. Te pague, nos volvimos a sonreír y nos fuimos del parque. Me quede pensando en que tenías los mismo ojos que San Juan Bautista y fue así como me gustaste aquella tarde.

Después de aquel día, siempre salíamos a la misma hora del parque. Me acompañabas a mi casa y siempre llegamos mi hija y yo felices de haberte visto y de haber compartido contigo un rato agradable. Me recuerdo como te costó preguntarme por el padre ausente de mi hija y te conteste que era madre soltera y que así estaba muy bien. También me preguntaste por algún novio en mi vida y te comenté que tampoco había novio alguno. No quise decirte más ni darte más razones, pero viste el camino libre para ti.

Te comenté que me gustaban los gatos que hacías con los globos, cada día me regalabas uno y yo me emocionaba. Los empezaste a cambiar también, recuerdo uno que hiciste de gran tamaño que lo deje cerca de la puerta de la cocina que era el único lugar que había encontrado para el gato. Mi hija era feliz, jugaba con ellos, le ponía nombres a cada uno y los reconocía por los colores. Yo algunas veces le ayude con los nombres y el que más me gustó fue Serafino. Un gato mediano que tenía un bigote azul de cada lado, una cola roja y su cuerpo de color amarillo.

De dejarme sólo en la puerta, pase a invitarte a tomar un café. Te sentabas en la silla que estaba cerca de la cocina, cruzabas la pierna y tus grandes zapatos a veces no me dejaban pasar. Me molestabas mucho pero también me hacías reír mucho. Te conté que trabaja como empleada doméstica en una casa cerca a la mía por la mañanas mientras mi hija iba a la guardería. No comentaste nada pero recuerdo que en esos días me sentía como me sentí cuando recibí la primera comunión.

Un día, llegué al parque sin mi hija tenía un tiempo antes de la hora a la cual iba por mi hija a la guardería. Me invitaste a un helado de carretera, compraste el cono jumbo de vainilla. Me agarraste de la mano y caminamos en el parque. Nadie dijo nada, solamente caminamos así y escuchamos el sonido del canto de algunos pájaros que andaban por ahí, el paso de los carros y el grito de los niños que jugaban. Te dije que me tenía que ir pues tenía que ir a la guardería. Me acompañaste, pero antes de llegar, cabal frente al rosal de la Nía Rosa me besaste. Primero me dijiste que yo era la única mujer que te recordaba la primera estrella de la tarde. Luego me dijiste que cerrara los ojos porque ibas a darme un regalo. Yo no quería cerrarlos, me daba vergüenza que alguien nos viera. Después de mucho rogarme te fuiste acercando poquito a poco hasta que tus labios se arrejuntaron con los míos. Sentí la boca llena de rosas.

Al poco tiempo me preguntaste si quería casarme contigo y te dije que si. Nos íbamos a ir de la ciudad porque en el circo en el que estabas, al día siguiente levantaban la carpa y seguían hacía el sur. Pero me sentía sucia ante ti, tenía que confesarte mi mayor secreto. Tenía que contarte como Don Arturo había abusado de mi y a causa de ello yo era madre. Un día antes de la última función del circo, nos juntamos en el parque como siempre. Te iba a comentar mi secreto, pero te vi algo preocupado. Traías contigo un paquete que al final lo guarde por ti porque no sabías donde esconderlo. Te dije que no juntaríamos al día siguiente en el parque, antes de medio día para dártelo. Te fuiste corriendo y yo salí del parque, unos policías me empujaron y me dijeron que querían revisar mis cosas pero les dije que no podían hacerlo. Se fueron pero tuve que pagarles con un poco de dinero para que me dejaran en paz. Antes de llegar a la guardería, el paquete cayó y soltó un montón de volantes que tenían mensajes en contra del Estado.

No comprendí porque tu participación o el de tu acción, no te miraba como la persona que podía actuar de dicha manera y que buscaran ser parte de la revolución, nunca comentaste alguna opinión en contra del presidente. Así que me quede pensando porque hacías lo que hacías, más siendo un payaso que estaba en el circo y que luego vendía globos en el parque. Yo alguna vez si te dije que estaba en contra de la reelección del presidente pero no contestaste nada ni tampoco hubo algún tipo de reacción. Así que cuando te viera, te preguntaría.

Llegó el día de hoy, el día el cual nuestras vidas se unirán por amor pero tenía que preguntar del porqué del paquete y contarte mi secreto. Nos juntamos en el parque a medio día y te pregunté. Me contaste lo triste que había sido tu infancia. Cuando los policías habían agarrado a tu padre para que confesara en donde guardaba las bombas, no lo hacía porque no quería morir y negaba todo lo que los policías decían. Tú estabas viendo como le golpeaban y como su ropa se empezó a llenar de sangre, querías que parara la tortura para con tu padre. Empezaste a llorar y seguiste con tu historia, que un policía siendo tu un niño te preguntó en donde guardaba las bombas tu padre y le fuiste a enseñar.

Tenías la esperanza que así lo dejaran tranquilo y no lo golpearan, pero después de ese día nunca más le volviste a ver. Tu mamá había muerto a los pocos días por el dolor de la muerte de tu padre y te quedaste solo. Te adoptó un extranjero que refugiaba a personas que el Gobierno buscaba para matar. Y fue así como me dijiste que jugabas con la muerte siendo un niño, pues después de la muerte de padre y madre, mirabas también como las personas que tu padre adoptivo refugiaba morían también. Habías sentido que siempre te ha acompañado la muerte y que haciendo lo que hacías, te ibas a liberar de ella. Querías luchar por justicia y que te habías asqueado y cansado de tanta desigualdad.

Terminaste diciéndome, que no olvidara que cuando el payaso ríe es porque le duele el alma. Tenías aquel gran dolor por la muerte de tu padre. Yo te conté de lo que me había pasado trabajando en la casa de Don Arturo. Tenía miedo de que me dejarás y ya no quisieras estar conmigo. Terminé de contarte la historia y me abrazaste. Lloré, lloramos y sentí que te amo con todo mi corazón, con todas mis fuerzas. Sólo quiero estar contigo, tener hijos contigo y ser feliz contigo junto con mi hija. Te di el paquete y te fuiste. Quedamos de vernos cerca del circo, cuando terminara la función y así irnos.

Ahora que estoy en casa, te escribo esto de como con el tiempo, las horas juntos me enamore de ti. Me hacías reír y creo que estando juntos encontramos nuestra libertad que tanto anhelamos. Tu libertad de la muerte y la mía a causa de lo que te conté hace un rato. Te amo y espero que nuestro futuro sea como lo es nuestro amor ahora de maravilloso.

Lucía.

Terminé de leer la carta y me enteré de todo lo que no sabía. No sabía que mi madre había sido violada y por ello había nacido. Tampoco sabía que Domingo no era mi padre biológico, sino que Don Arturo, quien abuso de mi madre. Igual tampoco sabía quien era Don Arturo. Pensé que para estas fechas, ya habría muerto y que en algún momento había pagado por lo que le había hecho a mi madre. Aún así, recuerdo que mi madre Lucía me dio todo su amor y me sentía feliz junto a ella.

Observe la fecha, era el día en que ambos, mi padre y mi madre habían muerto. Empezaron a brotar unas lágrimas de mis ojos, pero me lleno saber el gran amor que le tenía, el mismo amor que le permitía amar con tanta fuerza a pesar de lo que le había ocurrido. El amor de Domingo a mi madre también era fuerte y que ambos, a través del amor habían encontrado la libertad que tanto deseaban, que había marcado su vida. No sé si fue casualidad o parte de lo que tenía que pasar, pero el día que iban a irse fue el día que murieron. Se fueron juntos al final de sus vidas, queriéndose y amándose.


Estaba y me sentía consternada, me había enterado de mi origen pero ese día también me enteré de lo grande que es el amor, lo bello de sentir amor y de expresar amor. Seguí llorando, pero me reconfortaba el afecto que guardaba en mi corazón, cuando mi madre me abrazaba, cuando me daba las buenas noches, cuando jugaba conmigo y que sabía que siempre buscó lo mejor para mi. La hermana de mi madre cuido después de mi, pero empecé a imaginar como hubiera sido mi vida en el circo, entre risas y dolores tan grandes que se adentran en el alma de las personas y que son el motivo de la búsqueda de su propia libertad.  







jueves, 26 de septiembre de 2013

Gracias vida

Que puedo decirte vida, que te amo con locura, que necesito de ti cada día para dejarme asombrar por lo maravillosa que eres. Me aferré de tal manera a ti, que te siento inseparable y que nuestro divorcio seria la muerte. Aun así, disfruto siempre de tu compañía, aprecio tus regalos y la manera en como complaces mis gustos y antojos. Gracias vida por dejarme ser quien soy, por abrigarme durante la mortalidad  y por cubrirme de la incertidumbre.
Simplemente, muchas gracias.


Volando entre nubes

Tus memorias, tus recuerdos son tu mayor tesoro. Todo lo que haz hecho en tu vida es por tu esfuerzo y dedicación. Vuela, siempre más alto, toca las nubes, abrázalas y de vez en cuando duerme sobre alguna de ellas. Te darás cuenta de lo bello que es la infinitud y del miedo que se va cada vez que llegas a estar junto a una estrella. Intenta reflejarte en el mar, sería toda una odisea verte, cuando lo hagas es porque habrás tocado tierra, pero aun siendo así, disfrútalo y llénate del aroma que te regala la naturaleza.



domingo, 15 de septiembre de 2013

El conejo en la luna


Y ante la hermosura de la vida, de la belleza de lo inigualable, me vacié en ella, como reloj de arena, me conmoví y me seduje por su mirada, por lo que me ofrecía. Un azar, un juego lúdico que iba igual que yo. En dos caminos diferentes, pero ambos hacía la luna, hacía ella para encontrar al conejo que habita en ella.  


El sabor de sus olas


Dejo que mi corazón vuele, que sienta el aroma de cada mañana, le dejo seducirse por la vida misma... Dejé que mis ojos vieran la belleza de la naturaleza, que sintieran y que se humedecieran por mirar la grandeza de la vida, de los árboles, del juego de colores, entre el azul, el verde y el morado. Dejé que mi ser se perdiera en el cielo, que jugara con las nubes, que hablara con las estrellas, que soñara con el horizonte, con tocar el mar, que me idiotizara y que se mezclara con la espuma y el sabor de sus olas.  


Te salvaré...

Lo que puede hacer para que te recuperes es intentar hablar con tu sangre y cantarle canciones de cuna para que duerma y así logres descansar un rato. Tal vez termine siendo un acto suicida pero no importa, algunas veces los héroes mueren sin razón alguna y son considerados como mártires. Imagínate tú siendo una mártir, siendo una persona que no logró superar los peores problemas de la sociedad y por eso mueres, casi una anomia.

Si llegaras a descansar tanto y no despertarás después, yo te recordaría con dulzura, con amor y con ternura. Recordaría también los momentos que pasamos juntos. Los momentos en donde tu cuerpo le sonreía a la vida y yo bailaba junto a ti. Es una lástima que algunas enfermedades se coman hasta tu alma, si es que los dos tenemos un alma. Es un problema también que la enfermedad nos haga querer la vida y valorar más aquellos momentos pequeños, los momentos que llenan el corazón.

Te recuerdas aquella vez que estaba en tu departamento y miramos los fuegos artificiales por la ventana. Yo te miraba reflejada en el vidrio, tenías aquella sonrisa que me alegraba y que me invitaba a besarte. Estabas llena de salud, de vida, de lozanía. Qué es lo que le puede pasar a uno para enfermar tanto y perder todo lo bueno que te deja vivir.

Ahora te miro así, débil, pálida sin ninguna posibilidad extra de vivir más tiempo. Por eso te digo que me dejes hablarle a tu sangre, quiero cantarle las canciones de cuna que mi madre me cantaba cada noche antes de dormir cuando era un niño. Eso me hacía sentir querido y tranquilo. Olvidaba todo lo malo que podía haber en una noche, los monstruos que están debajo de tu cama o en el ropero, los espíritus que pueden salir de tus zapatos de colegio o las voces que llegas a escuchar cerca de tu oído. Las canciones me tranquilizaban, algunas veces las tarareaba y luego me las aprendía.

En el colegio las cantaba durante el recreo y muchas maestras creían que iba a ser un cantante famoso. Nada que ver con lo que soy ahora y con mi profesión. Enamore a muchas mujeres así también, las invitaba a comer, al cine, a bailar o a beber. Luego íbamos a mi departamento o al de ellas, tomábamos una botella de vino y les cantaba. Sabía que canción cantar para cada mujer, todo dependía de lo que me contaran antes de bebernos la botella. El alcohol siempre ha tenido cierto efecto positivo en mi voz y en la letra de mis canciones. Así fue como te empecé a enamorar a ti, mi querido amor.

Me causa un gran dolor verte así de enferma, conectada a tantos aparatos que no estoy seguro de la causa de tu vida, es porque el médico lo decide así o porque tu vida no termina en este momento. Por eso te pregunto sí quieres que le hable a tu sangre, que la trate de calmar y que me cuente que le hace a tu cuerpo. Cuál es su proceso ahora, si trabaja como siempre lo ha hecho o sí se retrasa ahora que se siente enferma igual que tu. Me permites..., tomaré tu gesto como un si.


Te pincharé con esta aguja para secarte un poco de tu sangre, así la invito a un café mientras charlamos. No voy a fumar mientras tomo el café para no contaminarle, te aseguro que no nos tardaremos mucho. Sólo quiero saber de tu sangre y quizá, si la convenza logre que descanses y ya no sientas más dolor. La volvería a introducir dentro de ti con la misma aguja y así cuando este dentro de cuerpo, descanses y yo ya no sienta el dolor que me causa verte así, sin vida.   




viernes, 6 de septiembre de 2013

El viaje...

Hoy inicia mi viaje, aquel que empezó el día que me confundí de nombre y dije el de otra persona. Estaba segura que ese no era mi nombre, pues yo me llamo Casia Olivar. Eso es lo que dicen los papeles que cargo en mi bolsa verde, uno es un documento de identificación, otro es la cuenta de la luz y el otro que tengo guardado son los impuestos que tengo que pagar. Además cargo una licencia de conducir, no sé porque la tengo porque recuerdo que no sé manejar carro. Son varios los papeles importantes y en todos aparece el nombre de Casia Olivar.

El día que salía de mi casa para empezar mi viaje hacia el Norte, estaba segura que me llamaba Lorena Méndez. Supongo que tenía presente dicho nombre por haber leído el periódico o alguna revista. Quizás pensé que quien se llamaba así, era parecida a mi y por eso guarde dicho nombre en mi cabeza. También me sentía nerviosa, era la primera vez que salía de viaje y que no tenía planeado regresar a casa. Mi viaje iba a durar lo que dura una plantación de banano, entre ocho a nueve meses. Quería conocer varios lugares, ciudades, pueblitos o campos. Quería tomarme fotos en los parques, en los mercados, en los supermercados o en algún restaurante tradicional. También quería conocer gente, hablarle a muchas personas para que me contaran sobre su país, que les gusta y que no les gusta, actualizarme sobre temas políticos, sociales, económicos y sobre todo artísticos.

El motivo principal de mi viaje era el arte y así cuando regresara a mi casa poner mi propio museo. En la casa, mi madre guardaba muchas cosas. Algunas eran muy antiguas y otras eran modernas. Guardaba también las botellas de licor que le regalaban desde hace veinte o treinta años. Tenían tanto tiempo de estar guardadas, que el aroma del licor se sentía fuerte, tan así que se lograba diferenciar entre el alcohol y la bebida. Probé un whisky que me gustó, generalmente el whisky no me gustaba. No sabría decir sí por la marca o por el tiempo que tenía guardado, pero fue mi favorito por un tiempo. La botella se acabo y nunca se dio cuenta que hacía falta una. También me bebía las botellas de vino, las de tinto destapaban mi nariz, ya fuera por el trago o simplemente por el aroma. Cuando estaba enferma, era el mejor remedio que podía tomar. No comprendía para que las guardaba tanto, pero intentaba que nadie se diera cuenta de la ausencia de las botellas y así no tener líos.

En algún tiempo llegué a pensar que las botellas serían perfectas para ser exhibidas en el museo, pues con el paso del tiempo cambian. Entonces, si las que exhibía y aún no estaban abiertas, creía que tendrían un valor mayor y mi museo tendría objetos valiosos. Tenía muchas ideas para el museo, pero quería conocer otros museos para organizarlo, edificarlo bien y que fuera lo más creativo que yo pudiera esperar de mi.

Tal vez por ello fue que confundí mi nombre, tenía tanto en la cabeza, pensamientos, ideas y de lo que sería mi viaje. Al salir de casa, un hombre en la esquina me preguntó sí sabía la hora y le dije que no. Me preguntó cual era mi nombre y fue cuando le dije que me llamaba Lorena Méndez y seguí caminando. A la siguiente cuadra, sentí la presencia del hombre cerca de mi, pensé que me estaba siguiendo pero no estaba segura. Así que me metía a una cafetería, pedí un café y un cubilete. Iba a pedir solamente el café, pero el cubilete tenía forma de un personaje que sale en una película animada de Disney. Así que me gustó y olía rico. Estaba tomando mi café y comiendo el cubilete, miraba por la ventana y el señor seguía en la esquina, haciendo como si esperaba tomar el bus que lo llevaba a la estación de trenes.

Me seguía preguntando sí me estaba siguiendo o no, si el camino era el mismo que yo hacía o no. Sí me estaba siguiendo no sabía porque lo hacía, no le debo nada a nadie y tampoco soy parte del grupo de narcotraficantes del país. No había asaltado nadie y tampoco había hecho algo ilegal, así que motivos principales para que alguien me siguiera no habían. Sí para cuando terminara de tomar mi café y de comer el cubilete, el hombre seguía ahí le preguntaría porque me seguía. Aunque fuera sólo una idea para mi, podría ser posible que me siguiera. Terminaba el último pedazo del cubilete, el cuál había sido toda una maravilla para mi, porque era de amapola con turrón. Calcule sólo dos tragos de café, vi hacía la parada y él seguía ahí. Así que me acabe el café, tomé mis cosas y camine hacia la parada. Igual tenía que esperar, pues ahí era donde empezaba mi viaje.

Me senté junto a él, le vi el rostro y observé que llevaba una maleta pequeña al igual que yo. Le pregunte si estaba esperando y me dijo que si. Que iba hacia el Norte en búsqueda de su hija, pues había salido de viaje hace dos meses y que no regresaba aún. Tenía un número al cual le llamaba, pero no le contestaba, se sentía preocupado y por eso había decidido salir de viaje. Así fue como terminó de responder mi pregunte. Le creí su historia y ya no sentí la necesidad de preguntarle si me seguía o no. Yo le conté mis motivos del viaje también, le conté un poco sobre la idea que tenía del museo y que no estaba segura cuando regresaría a mi casa. No me dijo nada más, medio sonrío y miro hacia el cielo.

Al poco tiempo, llegó el bus. Quizás espere unos cinco minutos. Cuando subía, me sentí más nerviosa, no estaba lejos de mi casa pero la expectativa y la ansiedad me hacían sentir como me sentía. Él también se subió y se sentó junto a mi. Habían varios asientos vacíos, pero pensé que por corto diálogo que habíamos tenido se sentaba junto a mi. La estación de trenes estaba a treinta minutos, así que me iba a dormir. Saqué mi pequeña almohada que llevaba, la acomodé y recosté mi cabeza. Él al verme, me preguntó nuevamente mi nombre y le dije que me llamaba Lorena Méndez. Voltee la mirada, acomode mi cabeza y me quede dormida.

El bus llegó a la estación de trenes, se detuvo y empezamos a bajar. Llegué a la caja para comprar mi boleto, pagué e iba a buscar mi bus. Seguía pensando sobre el viaje y no me fije en un hoyo que había ahí. Me caí y mi cabeza rebotó. Quede inconsciente y la persona que llego a asistirme fue él. Llamó a los bomberos y revisó mi bolso verde para buscar algún número y comunicarse con mi familia. Fue ahí donde se dio cuenta de mi verdadero nombre, Casia Olivar.

Fue ahí donde él se dio cuenta que yo era su hija y que se preocupaba por mi, debido a mi enfermedad. Había olvidado quien era y una familia me había adoptado. Siempre quise salir de viaje y por eso siempre intentaba salir de viaje. Pero esta vez, fue cuando él me encontró....


Así que hoy vuelvo a iniciar mi viaje, rumbo hacia el Norte. La idea del museo cambió, ahora viajo por placer. Quiero conocer y tomarme fotos, pero esta vez no voy sola me acompaña él. Quizás cuando sentí que alguien me seguía era más un sentimiento familiar que no logré reconocer.  







domingo, 1 de septiembre de 2013

En el suelo

Y me venía arrastrando en todo el camino, no podía caminar. Mis piernas no me dejaban caminar de pie, había recibido tres disparos en cada una de ellas y una había sido quebrada cuando el policía me jaló para subirme al camión. Al estar arriba, entre todos los capturados vi la luz, resplandeciente que me quitaba el sufrimiento por un rato. Pero fue muy poco tiempo, cuando dejé de ver la luz, te vi tirada.

Estabas con tu vestido negro y un pantalón de lona, mi corazón se comprimió y me empecé a gritar. No podía bajarme del camión, me golpearon en el ojo y me dieron una patada en el estómago. Me dolió tanto que vomité, saque de mi la manzana que había terminado antes de que los policías nos quisieran arrestar a todos. Intente salir con todas mis fuerzas del camión, pero no pude.

El camión arranco y miraba como cada vez estabas más lejos de mi, no pude ayudarte. No pude llamar a los bomberos para que te llevaran al hospital, no pude levantar tu cara del piso de cemento, no pude cubrirte tampoco. Estabas ahí tirada, ten débil, tan sola y yo tan cerca de ti. Quería abrazarte, que te sintieras protegida por mi, pero no pude y lo lamento. Estabas ahí, tirada y no logré levantarte.

Regrese la mirada y lo que volví a ver fue mi vomito. Los restos de la manzana que no habían sido digeridos y los que si, los que parecían un plato de papilla para un bebé recién nacido. Me sentí frustrada, te había dejado de hablar hace unos meses y por equivocación llegaste a donde no tenías que llegar. Empecé a llorar, el sabor que sentía en la boca lo confundía con lo salado de mis lágrimas y con lo dulce de la manzana. Me levante e intente sentarme. Una chico me ayudó, quien estaba sentado junto a mi el resto del camino hasta llegar a la cárcel. Ya no dije nada, sólo esperaba que estuvieras bien y volverte a ver para saber que seguías con vida.

Sabía que tu desvanecer lo había causado yo, por verme ahí, gritando, jalonada, golpeada y que la misma policía no respetaba mis derechos. Tú, que siempre habías respetado las leyes, que admirabas a los policías y que me querías tanto; me viste así. Desde antes, supuse la reacción que tendrías cuando me vieras entre la manifestación. No pude ocultarlo, los policías me ayudaron a exhibirme ante ti en el momento menos deseado para mi.

Llegué a la prisión, me hicieron hacer una fila y quede entre dos hombres, uno de ellos era quien me ayudó a sentarme. Sabía que iba a quedarme ahí un buen tiempo y que posiblemente  jamás volvería a correr o a caminar. Miraba mis zapatos de cuero negro cubiertos de sangre, mis manos lastimadas, mi ropa rasgada y seguía sintiendo el sabor agridulce de mi boca. Me seguía preguntando por ti, que habría sido de ti, si te habían llevado al hospital y si estabas con bien. Lo único que me importaba es que estuvieras bien, con vida. No esperaba un milagro porque no creo en ellos, pero si esperaba volver a verte.

Un policía se acerco a mi, me preguntó si te conocía y le dije que si. Me dejaron salir de la prisión. Quería correr hasta donde tú estabas, pero no podía. Tuve que aceptar que una ambulancia me llevara, además tenían que revisar mis piernas. Pero no me importaba, lo único que quería era volver a verte y dejar la culpa que sentía.

Estoy segura ahora, que el peor sentimiento que una puede tener es la culpa. Ese dolor que toca tu corazón en lo más profundo y que envenena las arterías y venas. Así es como después todo tu ser siente culpa, remordimiento y en cierta manera lo logras ver dentro de ti. Estaba en silencio, pensando en ti. Que a pesar de mis ansias de volver a verte, no podía.

Me atendió un doctor para curarme, pero por qué curarme me dije a mi misma. Ya no tenía remedio ni cura mi dolor, decidí que si no había solución para mi, intentaría superar mi culpa en algún momento pues quería estar tranquila conmigo. Estaba sedada, mis acciones eran involuntarias pero estaba llorando por ti, esperaba que no estuvieras muerta. Me di cuenta que si te perdía probablemente sería para siempre y quería despedirme de ti.

Yo sabía porque te había dejado de hablar por tanto tiempo, sentía que no valía la pena hablarte, me parecía aburrido escuchar tus penas y que siempre fueran las mismas. No me dejaste ningún momento en paz, en tranquilidad, había momentos que sólo quería estar sola conmigo misma y tu no lo permitías. Fue así como me fui sintiendo abrumada, acorralada pero a pesar de todo, te quería seguir queriendo. Tenías desde hace mucho tiempo, un espacio en mi corazón. Habías visto como crecía, como me convertía en una persona adulta y que ambas dejamos a atrás nuestra niñez al mismo tiempo.

Me recuerdo de cuando era pequeña, jugando me lastimé. Tú me levantaste y curaste mis heridas, habías quitado el sufrimiento que sentía. Te miraba y sentía paz, hacías que dejara de llorar, secabas mis lágrimas y luego me abrazabas. Entonces yo tocaba tu cabeza para darte consuelo también, para disminuir tu dolor a causa de mi. Te amaba desde siempre, desde que tenía memoria. Tú estabas en todos mis recuerdos, en todos los momentos alegres y tristes, en los momentos en que a pesar de quererme sentir sola, tú estabas ahí. Algunas veces me dabas consejos y muchas veces sólo escuchabas mis quejas, de lo que perturbaba mi corazón.


A la mañana siguiente, me levantaba de la cama para ir a tu habitación dentro del hospital. Mi hermana estaba triste, cuando me vio me abrazó y lloró al igual que yo. Fui a verte a tu habitación y eras todo lo contrario a lo que me habías acostumbrado durante tanto tiempo. Tan frágil, tan necesitada de mi. Me abrazaste y esa misma tarde nos regresamos a la casa. Quise que todo estuviera igual, así que intentamos hacer lo imposible para que así fuera.