Y ante la hermosura de
la vida, de la belleza de lo inigualable, me vacié en ella, como
reloj de arena, me conmoví y me seduje por su mirada, por lo que me
ofrecía. Un azar, un juego lúdico que iba igual que yo. En dos
caminos diferentes, pero ambos hacía la luna, hacía ella para
encontrar al conejo que habita en ella.
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