sábado, 8 de marzo de 2014

En la estación

Podría esperar hasta el alba por ti, por tu querido corazón, por tu llanto y por tu canto, le decía Tomás cuando miraba partir a Rebeca.

No olvidaría jamás ese día, las flores rojas y blancas que maquillaban el jardín de aquella estación de trenes tan memorable ahora. Las dos monjas sentadas en la banca de espera esperando por el sacerdote del pueblo, con sus trajes blancos y tan brillantes por la luz del sol.

Los niños jugando en el parque de enfrente, algunos jugando en el arenero y otros comiendo un helado. Algunos padres estaban cercas y otros sentados leyendo las noticias del día.

Pero qué fue aquello que más impactó a Tomás aquel día, no fue la despedida ni el desconsuelo que sentía en aquel momento. Lo que le impactó fue que aquel día iniciaba su soledad, incontable y ansiosa.

Dónde iría su alma si se marchaba en el tren que partía, dónde iría su amor sí Rebeca se alejaba de él. No supe que sería de él, lo conocí aquella tarde y me despedí aquella tarde de él.


No hay comentarios:

Publicar un comentario