jueves, 22 de agosto de 2013

Es también por la semilla que se llega al fruto



Como usted, como yo, fue semejante a todos. Sólo, quizás, muy cerca de los ojos, el rasgo del pensar le arrugaba la piel más que en nosotros y eran tal vez más firmes y burlones sus labios
 Maiakovsky, en V. I. Lennin.


Debemos cuestionarnos más la información que nos dan a conocer. Educarnos es empezar desde la raíz y así formar nuestro propio criterio, empezar nuestra propia revolución intelectual, formar argumentos con sentido y renunciar a la herencia de las masas.

Ansiando escribir un artículo sobre: la inseguridad, femicidio, problemas con el Estado de Derecho, sobre la pobreza, la maldad como aspecto biológico del ser humano, comparecí a la conclusión que son cuestiones latentes que abordarlos se convierte en una ocupación diaria de varias personas, de varias reuniones, de diferentes opiniones y que se exponen desde la derecha o la izquierda. En manera cómo suceden los hechos en Guatemala, a estos temas se le agregan o se le quitan factores y otros puntos para analizarles. Entendiendo de la importancia que tienen al ser reflexionados, cambié de idea y quise tratar sobre el tema de la información que se conoce a través de los medios de comunicación ¿Cuál es el tipo de mensaje que recibimos a diario y tan significante resulta para quien la recibe? Es así como se forma una opinión colectiva que reproduce los patrones estandarizados socialmente y que, en gran medida, añeja los problemas que a diario padecemos muchos guatemaltecos por la información que se maneja.

La Internet es una herramienta que permite accesar a cualquier tipo de información de manera inmediata y que es accesible para cualquier persona que sepa utilizar una computadora. Varias personas se informan de cualquier tema, ya sea crucial o no para nuestra sociedad. La modernidad choca con la posmodernidad por el uso y empleo de los mass media, pues es la misma posmodernidad que las emplea con mayor fuerza para la comunicación y dar a conocer lo que sucede de manera instantánea.

Entonces ¿qué es lo que sucede cuando los medios de comunicación están siendo controlados y manipulados? El mensaje que va hacía los lectores, a quienes reciben la información, es un conocimiento limitado. Lo que se informa no pasa por un filtro, no importa si hay razón para la idea principal pues el interés es defender cualquier argumento. Así pues es como se construye la opinión general en la población, a partir de la información mediática, información que es leída a medias para luego formar una gran novela que anuncia, comunica y que se crea como verdadera. Son los grupos de poder que están detrás de los periódicos y otros medios de comunicación que tienen la mayor responsabilidad de lo que se comunica. Los dueños de los periódicos no son periodistas o si lo fueron dejaron de serlo, para servir a sus nuevos puestos inversionistas que desean hacer dinero y tiene el poder político dentro del Estado.

Esto convierte a la educación como el as esperado para ganar la partida y evitar la polarización. Una educación a medias da como resultado un conocimiento mediocre, un conocimiento que es fácilmente debatible y que se quiebra al ser descubierto en su punto débil, un buen diálogo destruye cualquier insignificancia fundada. Es así entonces como el formar un pensamiento crítico es fundamental para nuestra sociedad, y quienes están a cargo de ello no lo ven así. Simplemente siguen la estructura de formar masas y reproducirlas de generación en generación. Es la medida más fácil para formar a personas con opiniones comunes que son parte del colectivo social y que el cuestionamiento o pensar más allá de lo que saben es una actividad casi nula. 




 

Te amo vida

Sabes que pasa ahora, me enamore de ti. De tu ser, de lo que me regalas cada día, cada amanecer, cada noche, de todo eso me enamore. Cada vez que despierto y veo como los rayos del sol entran a través de mi ventana para saludarme y decirme buenos días. Ahí es donde te veo y te siento también. Siempre estás ahí, no importa si este de mal humor o no, ahí estás y me das todo lo que necesito siempre. Tu silencio a veces me fascina, me encanta y otras veces me preocupa. Pero aún así logras despertar mi interés, me siento feliz contigo a pesar de que no sepa qué será de nosotras en el futuro. Me he acostumbrado a estar en el presente, sin desear más, sin querer más, sólo quiero que tu estés conmigo el tiempo que sea necesario. Deja que me maraville de todo lo hermoso que hay en la naturaleza y en los animales.

A veces por la mañana, cuando ya me has despertado con un cálido buenos días, observo desde el balcón a las aves que vuelan en la mañana, dejando por un rato sus nidos para regalarnos un sonido que endulza al oído. El cielo muchas veces está despejado y me regala paz. Respiro profundamente y me siento bien, me das serenidad y calma. Casi siempre es así como me doy cuenta de lo bella que eres, de lo magnifica que resultas para mi corazón y para mi vivir.

Durante el día no siempre te pienso porque me mantengo ocupada, trabajando al igual que tu. Nuestros oficios no nos alejan, es más bien la manera en como nos relacionamos siempre. Nunca me ha parecido aburrido estar contigo, el tiempo es valioso y compartido mucho más. En cada detalle te lograría ver si me fijara en todos los presentes que tienes para mi. Nunca te cansas de darme tantas cosas bellas, que es así como entiendo que el amor trata sobre eso, en el dar sin recibir nada ni tampoco esperar algo. Es el mejor ejemplo que me has dado y así es como llego a amarte tanto y amar todo lo que hago.

Al final del día, por la noche me sigues llenando de muchos sentimientos bonitos que han alegrado siempre a mi corazón. No importa que tan cansado fue el día, si me sentía mal o triste, en la noche me das un hogar en donde pueda estar. Acompañada de la luna casi siempre, quien vigila por mi y te cuenta cuando ando bien o mal. Me quedo dormida, mientras cuentas un cuento... A la mañana siguiente, todo sigue igual de tierno para mi. Te amo tanto vida, sé cuando sea la hora de la muerte estaré tan feliz porque te aprecié tanto como tu me apreciaste.






domingo, 11 de agosto de 2013

Arbat

Estaba entre los libros, las pinturas y las pulseras, tenía la mente distraída viendo tantos colores, viendo tantas cosas lindas que no había visto antes. Estaba en Arbat y tenía unos años menos, había ido a la Plaza Roja y la Catedral de San Basilio. Tanta gente me llamaba la atención, tu estabas siempre atrás de mi, quizás porque aún siendo familia éramos más extraños que conocidos. Intenté muchas veces hablarte de mi y de lo que me gustaba, pero no lograba sentirme cómoda en la platica. Tú sabías cual había sido mi pasado y yo lo único que sabía es que eres parte de la familia, parte lo que entendía ser mi familia.

Las veces que mirábamos los carros correr, me gustaban mucho. Pensé en algún momento que quería alguno de los carros que mirábamos correr, quizás desde esa vez empezó mi gusto por los carros, por la velocidad y también por las carreras. Yo de vez en cuando miraba tus ojos, para encontrar cierto parecido entre nosotros. Pero no lo lograba, tus ojos claros iluminados por el sol me confundían y aún así intentaba engañar a mi mente para no pensar más de la cuenta y no arruinar el viaje. Fue así como seguía pensando y a la vez disfrutando.

También, en aquella época creía en Dios, creía que había hecho un milagro en mi, que me regalaba todo lo que estaba viendo y sintiendo por los líos en la casa. Tú lo sabías y por eso te comportabas como lo hacías conmigo, yo entendía a pesar de mi corta edad. Quizás hubiera hecho lo mismo si los casos hubieran sido diferentes, tú llegar a mi para que te cuidará. Todas las noche rezaba con la esperanza de que Dios escucha y así resolvería el conflicto entre nosotros y seríamos buenos hermanos. Aunque estando allá aprendí a separarme de la familia y tal vez fue cuando empecé mi propia vida, no tenía nada que cumplir ni tampoco sentía que le debía algo a alguien.

Terminó el viaje y nunca sentí que Dios me había escuchado después de algún tiempo, fue ahí donde empecé a dudar de él. Regrese y ahora te volveré a ver. Ya no seremos extraños ni conocidos, te considero mi familia y no por milagro, sino por dejarte conocer.


Márchate y sé feliz


- Quiero pedirte disculpas querida Laura por estar ausente, por dejarte sola tanto tiempo. No era mi intensión que pasara así, que me conocieras de esa manera. Sé que me quieres como yo te quiero a ti y no quiero que pienses que ya no me importas o que ya no me interesas, no es así. Pasó lo que tenía que pasar y fue así cuando dejé que mi vida continuara sin sentido, que mi soledad me abarcara y que me perdiera como náufraga. En algunos momentos estaba segura de lo que hacía con mi vida pero aún así no me importaba regresar, no tenía sentido para mi y fue cuando te lastimaba querida Laura. Quería que estuvieras cerca de mi pero mi propia forma de expresarme te alejaba, te hacía huir de mi y no me daba cuenta de mis acciones, de la manera en cómo estaba marcando tu corazón y tu vida junto a mi. Te deje sola Laura sabiendo que no conocías el camino, sabiendo que en aquella jungla en donde te deje podrías morir, algún animal podría haberte atacado y tu estabas sola. Tampoco recé por ti no me preocupe por nada, no deje a nadie encargado para que te cuidara y que te consolara de vez en cuando. Tú tampoco buscaste refugio en alguien más para que te consolara o te cuidara, eso fue un acto heroico que quizás yo nunca hubiera hecho, tal vez hubiera regresado con Rebeca y te hubiese olvidado. Estoy segura que aún así no me hubieras dejado ir, no comprendo por qué no lo harías, lo pienso pero no encuentro las respuestas. Mi conclusión, querida Laura es que me amaste y me sigues amando a pesar de todo lo que te hice, a pesar del daño y del sufrimiento que te hice pasar.

- Lo sé mi dulce amor, lo sé Ana... sé lo que hice por ti, el sacrificio que algunas veces era dado por amarte en la manera como lo hacía, en la manera en que mi corazón intentaba buscar el tuyo para guardarle y refugiarse en mi dulce sentir, en mi dulce respiración, en mi amor por ti amada Ana. Todo lo que pase lo hice por quererte y por desear estar contigo. Estando junto a ti, llegué a pensar que llevaba mi vida a la ruina, al precipicio, donde el sol nunca llega porque sería morir ahogado. Estaba consciente de todo, del día a día y algunas veces del tiempo que pasaba. Pero quería estar ahí, verte, sentirte, tocar tu piel y besarte, para mi era suficiente. En algún momento, no sé en qué etapa de nuestra relación llegue a sentir que nuestro el amor era como el amor de Frida y Diego al final de la vida de ambos, a ese agotamiento, a esa necesidad mutua... Así te sentía Ana, tenía necesidad de ti, tenía la necesidad de que solamente tú secarás mi lágrimas, que tu me dieras el calor que mi alma necesitaba para poder vivir, quería todo contigo. Quería recostar mi cabeza sobre tus piernas todas las noches frente al televisor mientras mirábamos las noticias, quería cenar contigo todas las noches y que me contarás de tus dilemas, penas, angustias y tus problemas en el trabajo. Nunca me cansé de escucharte, nunca me cansé de tus ronquidos en la noche, nunca me cansaste Ana.

- No quiero escuchar más Laura, me hace mal escucharte. Me siento culpable de todo lo que paso, sino hubiera sido por mi seguiríamos juntas y quizás ya hubiéramos adoptado a un niño a una niña. Hubieras sido muy feliz y yo también, pero no es así. Tampoco me agrada que pienses así como lo haces, te has aferrado a un sueño, a una idea que no existe. Te has visto a ti misma... eres hermosa. No tienes porque estar así, no lo mereces. Eres bella, eres magnífica, todo lo que has hecho ha sido por ti. Yo fui un parásito para ti, te robe un poco de tu vida, de tu alegría, de tus sueños. Me alimente de tu esperanza, de tu optimismo, te utilice si lo quieres saber. Me fuiste útil para curar mis heridas pasadas, me fuiste útil para olvidar parte de mi pasado, me fuiste útil para que mi corazón latiera. Piénsalo así, por favor. No busques más, no tiene sentido hacerlo.

- Ana imagina que me marcho, que te dejo sola.. qué harías. En algún momento me buscarías, pensarías en mi, soñarías conmigo alguna noche, me extrañarías cuando duermas sola... Quiero saber...

- Laura, no te puedo mentir más. No lo haría, al dejarte te olvidaría, te alejaría de mi vida, como si nunca existieras. Leería el periódico cada mañana, trabajaría más y saldría con mis amigas y amigos para olvidarte. Quizás cada noche besaría a alguien diferente para alejarte más de mis recuerdos, de mis pensamientos... No tengo el afán de regresar contigo, míralo así... "una mancha de mora con otra mora se quita ¿no?". Eres libre, como siempre lo has querido. No te puedo dar más de lo que te dí, no puedo estar siempre a tu lado, no quiero que pienses así, no lo hagas, no vale la pena. El amor es así, va y viene... Se transforma, cambia, anida en el corazón pero luego desaparece con el viento, con el paso del tiempo, conforme se seca y se convierte en polvo.

Laura, vive y sé feliz. Olvídate de todo lo que aprendiste en el colegio, durante tu infancia y en lo que crees. No tiene sentido saber como se llaman las montañas o la sierra que está bien cerca, sí nunca sales de la ciudad..  Dame un beso y márchate...  




sábado, 10 de agosto de 2013

y me enamore de ella..


Me enamore de ella, de su tez blanca, de su pelo café oscuro y las puntas de su pelo claro. Me enamoré de su sonrisa, de sus tatuajes, de su mirada perdida, de su niña interior, de su amor por los animales, de su juventud vivida, de sus sueños y anhelos. Me encantaron sus problemas, sus dilemas, sus escritos, sus cuentos, sus historias, me enamoré de su imaginación, de su ingenuidad, de su sencillez, de su piel lastimada. Besé sus marcas, sus piquetes, sus costras. Jugué con su pelo, le hice una cola que duró poco, me gusta verla despeinada, durmiendo y soñando.  

Horizonte


Dejo que mi corazón vuele, que sienta el aroma de cada mañana, le dejo seducirse por la vida misma. Dejé que mis ojos vieran la belleza de la naturaleza, que sintieran y que se humedezcan por mirar la grandeza de la vida, de los árboles, del juego de colores, entre el azul, el verde y el morado. Deje que mi ser se perdiera en el cielo, que jugara con las nubes, que hablara con las estrellas, que soñara con el horizonte, con tocar el mar, que me idiotizara con el horizonte, que se mezclara con la espuma y el sabor de sus olas.  

Te dejo libre

Qué podría contar acerca de mi vida... podría contar muchas cosas, muchos momentos y muchas circunstancias por las que he pasado y me han hecho cambiar un poco. Podría también contar historias de mi niñez, de cuando entré a la etapa en la que una se convierte en adolescente o cuando cumplí veinte años, cómo me sentía y si realmente me sentía una persona adulta. Quizás serían historias que se convierten en anécdotas y pasaría un rato agradable recordando tanto y volviendo a sentir lo que pude haber sentido en aquellos momentos de mi vida. Realmente tengo muchas historias para contar como usted también tiene tantas historias para contar, para recordar, para transmitir cuando se está acompañado con una persona o con varias personas. En una fiesta, en una cena, en un desayuno o en un encuentro ocasional o planificado...

Momentos hay, para todo. Hay momentos para amar, para extrañar, para reír, para ser la persona que somos... Pero hoy, en esta noche lluviosa, donde las estrellas han quedado cubiertas por la nubes que llevan la lluvia, hoy la historia es para ti querido Leonardo. Quiero recordar y contar la historia de aquel día que nos conocimos, cuando me regalaste el libro de Virginia Woolf. Me pareció que la única manera que encontraste para acercarte a mi, para hablarme fue de aquella manera, regalándome un libro que pensabas que me gustaría, y así fue. Tenías el libro debajo tu brazo derecho y vestías el abrigo café, una bufanda beige y usabas guantes de cuero. Aquel día tuviste el valor de hablarme, así como tú lo cuentas a los amigos. Me habías visto antes, mucho tiempo antes, pasaron varios años antes de que me hablaras, antes de que te acercaras a mi, pasaron muchos años antes de todo. Recuerdo que me encantó el libro, el aroma que sentía cada vez que avanzaba hoja por hoja, que terminaba un capitulo para iniciar otro y la sensación que me dejó cuando lo terminé de leer.

Ese día no me enamore de ti, llamaste mi atención eso si fue claro. Después de aquel día quería más encuentros casuales contigo, fue tonto no darnos ninguna manera en cómo nos pondríamos en contacto... Pero te volví a ver dos semanas después frente al café donde me regalaste el libro. Ese día hablamos del libro y también de tu viaje a Rusia. Hablamos mucho, lo recuerdo. Yo sonreía muchas veces y me tocaba el cabello para llamar tu atención, quería que con tu mano tocaras mi cuello para acercarme y me besaras. Así quería que pasara y que el beso durara lo suficiente para que en las siguientes horas, leyéramos algunas partes que me gustaron del libro desnudos, después de haber tocado tu cuerpo, desnudo y descubierto por mi. Eso era lo que pensaba en aquella noche, supongo que estabas nervioso, siempre tenías algo en la mano. Si no era la taza, la servilleta, el papel que quedó luego de agregar azúcar a tu café, el individual, siempre tocabas algo pero no tocabas mi pierna o mi mano, sentía que te daba las señales para que lo hicieras y no fue así. Pensé que eras muy respetuoso, de aquellos hombres que una mujer se encuentra en la vida cada seis u ocho años.

Aquella noche nos despedimos. Salimos del café, roce con mis labios tu oreja izquierda, respire un poco tu loción para reconocer tu olor y aún así, estabas tranquilo y no intentaste nada ni ofreciste algo para hacer después. Pensé que te sonrojarías, pero tampoco pasó. Te besé la mejilla, terminé de colocarme la bufanda blanca y me fui. Pase a tu lado y así fue aquel adiós, pensé en regresar para besarte, pero cuando volteé la cabeza te habías subido a un taxi. Así que continúe caminando hasta llegar a casa. 

Luego de mucho tiempo, te volvía a encontrar... la situación aquella vez era distinta. Aquel día inicia tu tragedia y para mi iniciaba la felicidad. Yo estaba enferma, escuchaba voces y se me complicaba mucho concentrarme. Estaba en tratamiento, consumía muchas pastillas durante el día para tratar de estar bien conmigo misma, me era difícil estar presente en la realidad, en el día a día. Yo seguía escribiendo, era lo único que me gustaba hacer y lo que me permitía estar en contacto con el mundo.

Nos volvimos a juntar frente al café de siempre, platicamos mucho y te conté sobre mi salud. Pareció que no le diste mucha importancia y fue ese día, que tocaste mi cuello con tu dedo índice. Lo deslizaste sobre mi cuello hasta mi media espalda, que era donde iniciaba la tela del vestido que tenía aquel día. Te vi directamente a los ojos y comprendiste que me gustó lo que hacías, viste mi mirada quebrada y mis labios, te inclinaste un poco hacía mi y me besaste. Pasó lo que esperaba, me gustó tu beso. Tenías labios perfectos para mi, no aquellos labios que son húmedos y aguados y que cuando los besas sientes la humedad de la saliva triplicada. Tus labios eran gruesos para poder morderlos de vez en cuando, no eran aguados y no caían cuando les besaba, así que me agrado mucho besarte.

El beso duró lo suficiente para luego ir a tu apartamento y jugar a desvestirnos. Recorrimos con una mano el cuerpo del otro y con la otra nos divirtamos un poco más. Besaba tu espalda larga, tocaba tus brazos sintiendo tu piel y mis piernas buscaban enroscarse en tus piernas. Aquella noche me sedujiste y me deje llevar, me sentía amada y sobretodo deseada, me sentí tuya. Nos quedamos dormidos y a la mañana siguiente nos vimos a los ojos y comprendimos nuestros sentimientos.

Así iniciamos a compartir nuestras vidas. Tal vez el haber vivido juntos fue tu mayor martirio y no dejaba que trabajarás como lo hacías antes. Durante el tiempo que compartimos me llamó la atención que seguías regalándome libros, termina de leer uno y al día siguiente me sorprendías con otro. Algunas veces sabías cuál libro quería y otras veces me sorprendías con un libro que no esperaba.

Sin embargo, habían libros que leía y que no me gustaban. Te contaba la historia, tu solamente sonreías y me besabas. Terminábamos en el piso, desnudos y felices. Cada vez que hacíamos el amor resultaba perfecto para mi. Tu piel sobre mi piel, tu aliento sobre mi cuerpo, tus manos acariciándome y me sentía tuya cuando miraba tus ojos, fijos, serenos, viéndome a mi. Me seguía sintiendo querida querido Leonardo y tu lo sabías.

Así como crecía mi cariño por ti, mi enfermedad seguía avanzando. Mis escritos, poemas y cuentos, contaban lo mal que me sentía, lo deprimida que estaba ya. Tomar las pastillas, me tenían harta, ir al médico me tenía harta, escuchar lo que debía hacer también me tenía harta. Quería descansar, alejarme de mi mal. Empezaste a entregar tu vida para mi cuidado, para que estuviera bien y no me faltara nada, pero luego de un tiempo me hartó. Sabía que estaba cometiendo una injusticia para ti, no dejaba que vivieras tu vida. Tu vida se convirtió en mi enfermedad, en estar remediando con mis voces, con mi falta de atención, con mis salidas fugaces a la calle. Yo reconocía mi mal pero tu no lo hacías, te aferrabas cada vez más a mi, a querer curarme y que estuviéramos bien. Habías olvidado que eso no volvería a pasar, el enfrentar la enfermedad era toda una lucha diaria y eso debilitaba todo.

Me aleje poco a poco de ti, tenía ganas de escribir y eso es lo que hacía. Empecé a escribir una historia sobre Elena. Una mujer madura, con una hija, lesbiana y que aún sentía amor por Francisco, su amor de juventud. La historia giraba sobre cuestionamientos. Cuestionarse el por qué de su lesbianismo, el  por qué de su amor por Víctor, el por qué haber querido tener una hija, el por qué de su madurez, el por qué de sus diez años con Aurora, su pareja. Habían muchos personajes en la historia, todos giraban alrededor de Elena, sobre su frustración y sus ansias de querer sentir a la fuerza estar bien consigo misma a pesar de todo lo que ocurría en su alrededor.

Algunas veces te diste cuenta cuando me quedaba pensando y tu sabías por qué lo hacía. Comprendiste también tu papel en mi vida cuando me llamabas para que fuera a la cama a dormir, pero yo seguía escribiendo, deseando terminar la historia de Elena y descansar. Terminar la historia de Elena se hizo mi vida, las voces que escuchaba me ayudaron para escribir los diálogos de los personajes pero también mis pensamientos eran conocidos. Llegué a la conclusión de que alguien tenía que morir en la historia, pensé en matar a Elena porque cumplía con todas las características para matarse pero me pareció un acontecimiento esperado, así que debía pensar  quien moriría en la historia. Pero quién debía morir, me preguntaba a mi misma y después de unos días encontré la respuesta. Mataría al personaje invisible, a quien cuenta la historia, al poeta, quien mejor haría lo que parecía correcto. Decidí que Francisco era la persona adecuada para matar, era quién contaba la historia, juntamente con Elena hacían fusionar las diversas historias que contaba y así terminaría el amor físico que Elena sentía por él y que su vida tuviera en respiro.

No sé en que momento pasó, porque no estoy segura, pero mi obra  era mi vida, se adentraba a lo profundo de mi ser y me daba a conocer desnuda. El camino por el cual caminaba tenía varias bifurcaciones y no sabía cual tomar, cómo las historias que contaba. Empecé a jugar con mi vida, empecé a planear mi muerte. Sabía que me iba a suicidar así como había decidido matar a Francisco en la historia, pues era lo que parecía correcto. Yo quería que continuaras con tu vida, que la recuperaras y que vivieras.

Fue así como el seis de mayo, te escribí una carta.



Querido Leonardo:

Te agradezco por toda la felicidad que me diste, que me regalaste, por los momentos mágicos a tu lado, sabes que te llegué amar y que después de querer tanto, seguía junto a ti, como tú también lo hacías. Cuidaste de mi con paciencia y ternura, nunca escuche alguna queja tuya sobre mi comportamiento, sobre las voces que me hablaban y mi falta de concentración. Siempre quisiste estar a mi lado, deseaste con todo tu corazón que me recuperara algún día y que tus recuerdos junto a mi dejaran de ser solamente recuerdos.

Hoy te dejo, recuperas tu vida y lo que antes eras. Así como aquel día que me regalaste el libro de Virgina Woolf, así como te conocí volverás a ser sin mi. Tuve un sueño. Soné que regresaba a casa y que me había arrepentido de morir, pero fue solamente un sueño. Aquel día que salí corriendo para la estación del bus para irme a la ciudad, tenía planeado morir. Pero te diste cuenta de mi ausencia en la casa, saliste corriendo y me encontraste. Regresé y desde esa vez pensé en cómo moriría el día de hoy.

Quiero que sepas que tu has sido la persona que me dejó ser feliz, sé que estaba arruinando tu vida y tu sin mi vas a lograr trabajar, yo lo sé. Quiero que sepas que fuiste toda mi felicidad, fuiste paciente conmigo y realmente muy bueno para mi. Tengo la certeza de que una pareja como nosotros no existe y que tampoco han sido tan felices como lo hemos sido nosotros dos juntos. Todos los años entre nosotros, el amor, el tiempo y las horas...



                                                     Irene.



Terminé de escribir la carta, mis manos temblaban, la letra apenas si me salía bien  a la hora de escribir. Lloré también, pero entre seguir viviendo contigo Leonardo y la muerte, preferí la muerte. Doble la carta, la coloqué sobre el comedor, me puse el sobrero, me abotoné el abrigo y salí de la casa. Caminé durante unos veinte minutos y llegué a la orilla del río. Busque piedras grandes, encontré cinco, agarré una a una y las iba guardo en las bolsas de mi abrigo. No me quite nada, me quede con el sobrero y fue como empecé a meterme en el río. Llegue al centro y el agua me llegaba al cuello, recordé el primer beso entre nosotros y me sumergí...