Dejo que mi corazón
vuele, que sienta el aroma de cada mañana, le dejo seducirse por la
vida misma. Dejé que mis ojos vieran la belleza de la naturaleza,
que sintieran y que se humedezcan por mirar la grandeza de la vida,
de los árboles, del juego de colores, entre el azul, el verde y el
morado. Deje que mi ser se perdiera en el cielo, que jugara con las
nubes, que hablara con las estrellas, que soñara con el horizonte,
con tocar el mar, que me idiotizara con el horizonte, que se mezclara
con la espuma y el sabor de sus olas.
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