domingo, 11 de agosto de 2013

Arbat

Estaba entre los libros, las pinturas y las pulseras, tenía la mente distraída viendo tantos colores, viendo tantas cosas lindas que no había visto antes. Estaba en Arbat y tenía unos años menos, había ido a la Plaza Roja y la Catedral de San Basilio. Tanta gente me llamaba la atención, tu estabas siempre atrás de mi, quizás porque aún siendo familia éramos más extraños que conocidos. Intenté muchas veces hablarte de mi y de lo que me gustaba, pero no lograba sentirme cómoda en la platica. Tú sabías cual había sido mi pasado y yo lo único que sabía es que eres parte de la familia, parte lo que entendía ser mi familia.

Las veces que mirábamos los carros correr, me gustaban mucho. Pensé en algún momento que quería alguno de los carros que mirábamos correr, quizás desde esa vez empezó mi gusto por los carros, por la velocidad y también por las carreras. Yo de vez en cuando miraba tus ojos, para encontrar cierto parecido entre nosotros. Pero no lo lograba, tus ojos claros iluminados por el sol me confundían y aún así intentaba engañar a mi mente para no pensar más de la cuenta y no arruinar el viaje. Fue así como seguía pensando y a la vez disfrutando.

También, en aquella época creía en Dios, creía que había hecho un milagro en mi, que me regalaba todo lo que estaba viendo y sintiendo por los líos en la casa. Tú lo sabías y por eso te comportabas como lo hacías conmigo, yo entendía a pesar de mi corta edad. Quizás hubiera hecho lo mismo si los casos hubieran sido diferentes, tú llegar a mi para que te cuidará. Todas las noche rezaba con la esperanza de que Dios escucha y así resolvería el conflicto entre nosotros y seríamos buenos hermanos. Aunque estando allá aprendí a separarme de la familia y tal vez fue cuando empecé mi propia vida, no tenía nada que cumplir ni tampoco sentía que le debía algo a alguien.

Terminó el viaje y nunca sentí que Dios me había escuchado después de algún tiempo, fue ahí donde empecé a dudar de él. Regrese y ahora te volveré a ver. Ya no seremos extraños ni conocidos, te considero mi familia y no por milagro, sino por dejarte conocer.


No hay comentarios:

Publicar un comentario