Pensando en la soledad
que puede existir en algunos momentos de la vida, me he dado cuenta
que la vida es como un soplo tirado al viento, a lo que posiblemente
nos hace extrañar un poco la vida y caer como si se tirara a un
precipicio con la razón en la consciencia. La vida sigue la línea
que deja el viento, la que algunas veces es marcada de forma natural
y otras veces de forma artificial. La soledad sin embargo, puede o no
caer directamente para acomodarse en el estilo de vida de cada uno.
Si le da la importancia por la falta de comunicación con otra
persona se puede llegar a un punto en el cual la comprensión de la
vida se hace banal y el sentido se pierde, pues aferrarse a lo que sea o aparezca en la vida, no es estar bien con uno mismo.
Sin embargo, es difícil
pensar algunas veces lo poco que se puede valorar la vida, como
cuando uno puede caer al precipicio y así extrañar más lo que se
extraña ya. Se queda inherente a toda situación que cause miedo y
que nos haga sentir lo humano que se puede ser. He pensado que muchas
de las situaciones críticas en la vida son las que nos ayudan ver
más allá de lo que miramos normalmente, se pueden cruzar muchos
caminos, calles o avenidas y aún así no llegar al punto esperado
porque se ha perdido y se desconoce de su ubicación. Es complicado
entender porque uno no se aleja de muchas situaciones que pueden
provocar daño a uno mismo y terminar muriendo de sed en vez de
hambre.
La complejidad del
asunto radica en la farsa que existe de vivir una vida mundana y no darse cuenta de ello, una
vida que con azares nos deja a un lado la realidad. Un reflejo que
se pierde por la luz y la falta de asombro.
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