domingo, 28 de julio de 2013

Grecia


Así es como Grecia encuentra su paz en la noche, cuando alza la vista y ve hacia las nubes. Las nubes bailan al compás del viento, hay dos diferentes tipos de nubes las que el viento lleva hacía el norte porque son las que cubren el cielo para que la lluvia caiga y moje las calles. Están también las nubes que están arriba de las que se mueven, éstas también giran con la tierra pero se mantienen en un movimiento relativo y son compañeras de la luna. Algunas veces pienso que ella se fue volando con el horizonte, encontró en su camino aquella luz que se mueve de manera artificial, se fue, naufragó sin sentido y se perdió. No la volví a ver después de esa noche, yo también en algún momento del tiempo me perdí. Me descubrí en medio de la grama, con la hojas sobre mi, cubrían mi cabeza, mi pelo tenía ramas de esa planta al día siguiente. Me había convertido en una ser de la naturaleza probablemente, no tenía cabeza y aún así logré caminar. Regresé a mi punto inicial, con las zapatillas que recién había comprado, las que encontré de color rosado. No estaban muy sucias, solamente tenían la marca de la tierra, el lodo que se hace con la lluvia, que puede ser viscoso o solamente un charco y que mancha. Había llegado a la conclusión que nunca me quité las zapatillas, no había caminado descalza, no como lo había hecho Grecia. Ella se fue así, sin zapatos, no tenía calcetas ni medias, sus pies están desnudos y así fue como al sentir la tierra se adentraba más.

Esa noche la perdí, perdí a Grecia, la perdí a ella. No regresó, no le volví a hablar jamás. Me sentía mal por no haberle salvado, por no llevarla de regreso a su casa, por no llevarle de regreso a mi. No pude hacer nada, es como cuando uno siente que el corazón late. El corazón no puede dejar de latir, el corazón no para al menos que me muera. Así es como el corazón me cortaría la vida, me cortaría la respiración, cortaría mi estancia en la tierra, me alejaría de la realidad que vivo día a día. No puedo hacer eso así como aquella noche no pude salvarla. Antes de aquella noche intenté rescatar el alma, pero quien le puede salvar el alma inexistente a alguien. Ni siquiera creo que tenga un alma en mi eso se lo dejo a los religiosos, a los que creen en algo. Aún así pensé en esa manera, en salvarle el alma a Grecia, en llevarla junto a mi y regresar juntas a la orilla del bosque. Pero tristemente y para mi lamento, no fue así.

Algunas veces regreso ahí y respiro, profundamente, pienso, me descubro a mi misma en silencio, escuchando las voces de mi interior, escuchando las voces de los árboles, de las hojas, esa voz que se escucha cuando la mente queda en blanco, cuando es un lienzo listo para pintar. Así escuché también una voz diferente, a lo lejos. Pensé que era Grecia intentando comunicarse conmigo, intentando hacer contacto con alguien real, no con un dibujo, no con una estrella, sino con un ser humano idéntico a ella. Aún así no le comprendí, hablaba pero no entendía nada. Pensé que no hablaba español, que lo había olvidado... Pero sí, era español pues recuerdo palabras vagas y aún así, intentando descifrar lo que me decía no encontré el mensaje, tal vez me hizo falta encontrarme a mi misma para poderle comprender, para poderle entender así como supongo ella lo hacía. Pasé varias noches esperando escuchar nuevamente su voz, pero no fue así. Solamente aquella vez y un mensaje que aún no logro entender o tal vez nunca existió y mi mente lo pensó así por la falta que me hacía, por lo brumoso de mis pensamientos.

Así fue como Grecia desapareció de mi vida, así fue como ella se convirtió en una con el horizonte, así fue como ella me dejó en la orilla esperándole. Aún con el paso del tiempo, no me olvido de ella. No me hizo infeliz, me sentí feliz queriéndome a mi misma, me sentí feliz por el amor que sentía por mi misma, me sentí feliz por dejarme cubrir por el viento de la noche, por dejarme iluminar por la luz de la luna, por dejarme ser como soy. Me sentí feliz viendo hacia el cielo, en cualquier momento me podía encontrar, sentada sí, en aquella silla que estaba junto a la pared. No pensé en más, cerré mi pasado y camine... Quisiera decir que sobre el futuro pero no era así, caminé, sí bastante... y seguiré caminando porque mi corazón late.






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