miércoles, 25 de diciembre de 2013

Entre las nubes

Sí volara entre las nubes intentaría zigzaguearlas para empezar la búsqueda del tesoro. Un tesoro que no es conocido ni desconocido, un tesoro que no huye de mi sino que que esta siempre cerca y que no le encuentro. 
Así, quizás sería la forma de encontrar el amor. Un amor que no fuera extraño ni desconocido, un amor que no fuera ni frío ni caliente, un amor que no fuera enfermo ni sano, simplemente el amor en su manifestación más natural en la tierra. Probablemente sería así como te buscaría y si te encontrara en la forma más natural posible, te encontraría desnudo. Quizás atormentado por no tener ropa, atormentado por el frío, por ver los aviones pasar, por ver cómo las nubes se pelean entre si y como el agua cambia de estado, de líquido a gaseoso.
Te levantaría, te acercaría a mi y te diría que no te preocuparas. Que te lo mereces por haber escondido tanto al amor y que la única manera de encontrarlo sería así en ti.



Fin de año


Algunas veces el amor nos lleva a soñar. Pasan pasajes inolvidables en nuestra vida, pero al mismo tiempo que pasa en nosotros en muchas otras parejas también pasa. Ocurre que puede ser relativo o quizás no, ocurre que pueda ser magia o quizás no, ocurre que pueda ser el momento más feliz de la vida o quizás no. Todo depende del momento, de la persona y de la intensidad de nuestro sentimiento. Quizás ahora, comprenda un poco más. Pues viendo tantas parejas no puedo opinar que sea nada más por la época.  


Una estrella para ti


He visto dos estrellas en el cielo, una para ti y una para mi. Las dos estrellas las puedo ver desde mi ventana, pero tú solo puede ver una. Esa te la regalo a ti, la envió con el pensamiento y brindo contigo con la copa de vino que tengo en mis manos. No estamos lejos, la distancia es corta puedo llegar hasta ti caminando y no pasaría tanto el tiempo. Quisiera que sintieras como te uso ahora como mi “muza” y esta vez eres hombre.
Te he idealizo porque es un amor lejano, no prohibido. Un amor imposible, pues se debe a los comentarios que habrían de parte tuya, pues de la mía creo que hasta las abejas nos intentarían casar. 
Simplemente te cuento que ahora pienso en ti, en un posible amor que es lejano por el momento pero que no espero que con el tiempo pase algo. Hoy inspiras mis escritos e incitas en mi el deseo de estar junto a ti.  


Te robo el beso

Un si y un no, cuál tomo... ninguno. Solamente te robo el beso y en el intento, si lo crees, te he robado el alma.




Luna de diciembre

Mi querida luna, mi amiga luna. Mi presente y constante, siempre estás ahí. Viéndome, velando, así lo pienso. Eres ese brillo que me encanta y que eriza mi piel. Eres la cereza de la noche en un momento de enamorados. Gracias por guardar tantas historias y recordarlas cada vez que te veo, gracias por iluminar mi ser y llenarlo de gozo, gracias por menguar mis ojos y ceder dos o tres lágrimas de felicidad. Gracias por compartir el tiempo conmigo y brindar por la vida, muchas gracias por el tiempo y los momentos, los recuerdos y los contextos. Por ser mi inspiración y sobre todo por iluminar mi noche contemplativa.

  

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¡Cioa querido!

Sería una equivocación que pensaras que lo que escribo ahora es por ti, porque no es así. Cuando te conocí no inspiraste ninguna palabra nueva, todas las había utilizado antes. Mariposas, flamingos, lunas, estrellas y sol... No es nada nuevo. Lo que fue nuevo fue nada más el quererte besar, el volver a sentir lo que hace poco había sentido, lo que hace poco había conmovido a mi ser. Lo único que te puedo decir ahora, es que me agrado conocerte, me agrado saber de tu vida. 

       Me despido de ti: ¡Cioa querido!



Volé y soñé...


Una tarde de verano, mientras dormía soñé que volaba entre el campo, de la casa de mis abuelos, en Granada. El prado, verde con plantas salvajes, con árboles al fondo y con el límite de las montañas. El infinito era el cielo. Era el viento quien me invitaba a seguir soñando, a volar entre las plantas y a nunca querer caminar. Flotaba, claro que lo hacía... Todo lo miraba desde las alturas, donde sólo algunas personas llegan a estar de vez en cuando durante la vida. Disfrute el momento, disfrute el volar, disfrute el flotar y así fue como me desperté. Me levanté y seguí caminando, para llegar a casa y volver a dormir.


Tu mirada

No quiero que sea tarde para que sepas lo que siento por ti y no quiero que sea una historia más en tu vida para contar. Quiero que en este momento me recuerdes tal y como me ves, que recuerdes la persona quien soy ahora, la persona que te ve directamente a los ojos e intenta descifrar tu mirada. 
No la escondas, quiero saber que hay más allá de tu iris, de tu cornea, de todo lo que puedo ver a simple vista. No hables, tus labios se mueven y estimulan otros músculos que deforman tus ojos. No quiero eso tampoco, porque quiero pintar tus ojos, dibujar cada línea, cada pestaña e intentar saber la distancia de un punto a otro. 
Sólo mírame, desnuda tu mirada ante mi, ante la persona que te quiere conocer sin pronunciar palabra alguna, la persona que te besa con la mirada y que evoca en ti una leve sonrisa en tu mente.

No humedezcas tus ojos tampoco, quiero que al dibujarlos tengan el brillo de siempre y no el que provocan mis palabras en ti. Sólo te quiero así tal y cual eres...


martes, 19 de noviembre de 2013

El amor es...

El amor es dulce, es suave. El amor es como una suave briza que roza y llena el corazón de alegría cuando se está frente al mar. Algunas veces como la piel, sensible que la más leve caricia estremece hasta el alma.

Antes del arte, el amor y la amistad... Antes de todo estás tú. Sentado frente a mi, imaginando la línea de tu cuello y pintándola en el lienzo que aún no termino por verte. Tú y el primer beso, nadando bajo la luz de la luna y jugando a ser los primeros novios de cada uno.




lunes, 14 de octubre de 2013

La historia de un bebé


Eran las once de la  noche, Ricardo había decido caminar bajo la luz de la luna. Tomó su abrigo, abrió la puerta y salió de su casa. Llegó al puente, lo cruzó, vio hacía el mar, los barcos y una pequeña lancha  que se iluminaba con un pequeño farol. Bajo a la orilla, quería verlo, le parecía hermoso. La lancha llegó al punto donde él se encontraba, lo jaló y lo amarró. Levantó la tela que lo cubría y encontró un bebé. No lo podía creer, empezó a gritar para que lo ayudaran pero nadie se acercó. Así que decidió tomar al bebé entre sus manos y regresar a su casa.

Antes de llegar pasó a una farmacia y compró ropa, alimento y pañales para el bebé. Se sentía feliz aunque sabía que lo iba a mandar a una orfelinato al día siguiente. Pasó la noche brindándole su calor, su cariño y su tiempo. Amaneció, no le importo dormir poco pues apreciaba tenerlo cerca de él. Mientras el bebé dormía, se baño. Se arreglo y fue al departamento de policía. Contó como lo había encontrado y lo deje en el escritorio del policía. Le dijo que no podía cuidarlo y que sería mejor encontrarle una buena familia.


Así fue, el bebé estuvo en el orfelinato poco tiempo. Una pareja lo adoptó y ahora cuida del bebé que viajaba en la lancha. Nadie sabe como fue su naufragio y sí había alguna otra persona con él, con la madre o el padre. Sólo el bebé lo sabe, pero por su corta edad no podía contar su propia historia. Así que yo la cuento como me la contaron... 



Historia de una devota

Era María, una mujer muy bella, de una piel tan tersa como la manzana, de una sonrisa tan hermosa. Su pelo de color castaño, largo y suave atraía a muchos. Algunas veces se hacía mechas de color morado o azul para llamar la atención.

María se entregó al amor, sin saber de su rumbo, sin saber sus penas o glorias. No sabía nada, solamente se entregó a él. Fue feliz un tiempo y luego lloró, su amor había muerto. Las palomas se lo habían llevado durante el ocaso, no le volvió a ver.


Rezó a San Antonio, para volverse a encontrar con el amor. Hizo las oraciones respectivas y también la novena. Entonces encontró su amor, estaba sentando al pie de la columna que estaba en su casa. Lo acaricio, lo acercó, lo besó y lo guardo en su corazón. 


viernes, 11 de octubre de 2013

En otoño

Una noche de otoño estaban ahí, ellos viendo al cielo, intentando contar las estrellas. Sí, se perdían volvían a empezar el conteo. Fue una noche larga pero bella. Una noche iluminada por la luna y refrescante por el viento.
Cada quien pensaba en ver más allá, en encontrarse siendo mariposas, en sentir siendo libelulas, en dormir siendo tortolitas y en soñar siendo luciernagas.

Así fue aquel momento, mágico y sereno. Al final, antes del amanecer la sensación de paz invadía aquel espacio, durmieron al momento en que las estrellas duermen, al momento en que la luna dejó de brillar.

En la mañana las hojas secas de los árboles caían, llegan a donde ellos estaban y así fuesen parte de aquel paisaje. Despertaron, se vieron y cambiaron. Agua y viento, lluvia y rayos, frío y oscuridad y así marcaron aquella estación de tiempo.


lunes, 7 de octubre de 2013

Lágrimas de alegría

Me gustaría darte una respuesta razonable del porqué mis lágrimas, del porqué de mi sensibilidad de este momento, pero no puedo. No entiendo porque lloro ahora, no es porque me sienta triste, porque este enojada o porque tú me hayas causado algún mal, no es así. Creo que es simplemente por lo que siento ahora, por la alegría que hay en mi corazón, por darme cuenta de lo hermoso que es la vida, de lo bello que es bailar cubierta por la luz de la luna esta noche, por el vestido que tengo hecho con los pétalos de las flores del árbol que está en el centro del bosque. Porque mis labios de color rojo besan los tuyos y los pintan del mismo color.


Simplemente lloro de alegría, por la felicidad tan grande que hay en mi corazón. Por ser la persona que soy, me siento bien de saber mis debilidades y por alcanzar lo que quiero a la vez. Lloro también por ser la persona que soy, no porque me sienta mal conmigo misma sino que sé del esfuerzo que hay para llegar a ser quien soy. Te regalo está rosa para compartir contigo lo que siento, para que te sientas feliz porque te la regalo y así quiero compartirte también lo bien que me siento ahora. 


En el parque

Estaba sentada en aquel parque, donde muchas personas se han quedado a dormir ahí por la falta de un hogar, de una cama o porque aún no han llegado a su destino. Los he visto ahí, tapándose con sus chumpas, suéteres o sudaderos. Antes de cerrar los ojos para descansar, lo último que ven son las estrellas que brillan en el cielo oscuro, bajo la luz de la luna alguna vez. Lo que sienten antes de dormir es el viento rozando su pie y que alguna vez les ocasiona un frío.


Me quedo pensando en las personas que están ahí, solas y pienso que no hay nadie más que solamente ellos en sus propias vidas. Pero están las otras personas, que van acompañadas, las que se logran acurrucar en la silla de madera, cuando alguien recuesta la cabeza en la pierna de la otra persona, que duerme sentada. De alguna manera entre las dos personas, se intentan dar calor hasta la mañana siguiente.


Respirar en la ciudad

Sí, la vida da vueltas, tantas que algunas veces siento que llego a desmayarme. Que puedo perder el rumbo, pero resulta que tienen un gran significado para mí después. El sentir amor y amar todo, me da alegría, me da anhelos de seguir mi camino y que el sol alumbre y brille como lo hace cada amanecer. Me alegra saber, que aunque sean los pocos árboles que miro en mi camino, son los que guardan en ellos pájaros, mariposas, pequeños nidos y hojas verdes a pesar del humo de la ciudad. Me emociona llegar a mi lugar de trabajo y poder contemplar hacia el cielo. Observar un cielo despejado o algunas veces con nubes y otras veces con nubes que traen la lluvia consigo. Me fascina sentir el viento a mí alrededor y que me cause una leve frescura que me quita el calor que puedo sentir.

Me gusta caminar por las calles que trascurro para llegar a mi casa. Algunas veces alzo la vista otra vez al cielo, para intentar darme cuenta si ha tenido un pequeño cambio de la última vez que las vi. Pienso que sí me negara tales oportunidades, entonces caería en el cansado diario a diario del cual muchas personas que quejan. Así pues, mi día se vuelve en una hermosura que sólo la vida me regala, que me hace sentir que estoy viva, que soy un ser humano mortal intentando sobrevivir ante tantos dilemas, peligros, frustraciones, tristezas e inseguridades.

Por la tarde, hacía mi otro camino del día, observo el paisaje que me regala el pasar un puente en el cual se cruza un barranco que comunica una zona con la otra. Observo algunas veces el lado Norte y a mi regreso el lado Sur, un paisaje que me roba un aliento, un pensamiento, un respiro profundo, un poco de mi imaginación, un susurro o un anhelo. Sí hay tráfico, no importa tengo tiempo para verlo. Para identificar los colores que me ofrece un atardecer o un anochecer. Algunas veces, el vuelo de los pájaros regresando a sus nidos o los últimos rayos de sol sobre la ciudad. Y si me siento con desánimos, siento que respirando mi ser regresa a mí.

Luego la tranquilidad de la noche. La tranquilidad de estar en casa, de regresar ya sea de una fiesta, de una reunión, de una cena o de mi último trabajo. Cierro la puerta, vuelvo a respirar y siento la serenidad en mí. El resultado de haber llenado de lo poco de la naturaleza en la ciudad, de los espacios que me da para admirarle y enamorarme más de ella. Querer escuchar el sonido de la lluvia que cae sobre el asfalto desde mi ventana o el dejar que la música que me gusta suena, mientras observo los últimos carros de esa noche. Decido, algunas veces lo que dure el cigarro, la taza de café o lo que mi ser quiera.  Observo los cuadros que tengo, los recuerdos de algunos viajes en presentes o me dejo cautivar por la música.


Me voy a la cama y duermo. Al día siguiente sé que la naturaleza me sorprenderá con sus pequeños detalles, con los tonos, colores, olores de cada día. Entre el humo, la bulla de la ciudad y mi amor a lo que siento por ella. A los pequeños detalles que también encuentro en amigos, a una sonrisa, un gesto, un baile o algún chiste. Simplemente, me deje cautivar por el ritmo de la vida, entre las prisas y el respiro profundo que cosecha mi diario vivir.










lunes, 30 de septiembre de 2013

Hacia la montaña

Solía reflejarme en el agua del río
Aquel cercano a la montaña
A la más alta, a la más verde,
A la que tocaba las nubes en la cima.

Iba todos los días, de mañana
De tarde y a veces de noche.
Me sentía segura en ir, en encontrarme,
Viéndome a mi misma con ternura.

Sentí que volaba cuando caminaba hacia ella,
Cuando mi ser se encontraba jugando,
Imaginando, escuchando y riendo.
Fui feliz junto a las luciérnagas.

Así eran mis vistas, mis momentos,
Pegados a la vida, a la lucha
A lo imposible y lo indefinido.


domingo, 29 de septiembre de 2013

Andromeda


Siento que vuelo, que viajo entre las nubes. Que mi corazón me guía y me lleva a donde están las estrellas, quiero llegar a andromeda y ver desde ahí el espacio. Estar en la nada y sentir aún así, flotar e ir sin rumbo alguno. Viajar en mi tiempo y dejarme asombrar ante tanto brillo, ante lo inexplicable algunas veces veces para mi. Quiero ver así un cometa y pedir un deseo, así como dicen los abuelos. Quiero asombrar y maravillarme ante la infinitud y saber lo finita que soy como ser humano.  


Y sin palabras también te lo digo

Que puedo decirte corazón, siéndote sincera sabrías lo que quiero decir con mi mirada, con la forma en como te veo, la manera en que piel se quiere acercar a la tuya y rozarle, que puedo decirte que no sepas y que se resuma un te amo. Si existiera otra palabra para poder expresarte lo que siento, la utilizaría, no tengas duda... Pero no haya ninguna palabra que pueda utilizar para decirte todo lo que hay dentro de mi, todo lo que me haces sentir y como el amor que siento crece cada vez un poco más.


Algunas veces junto mi pecho a tu brazo izquierdo, para que a través de mis latidos tu corazón le escuche y sepa lo emocionada que me siento al estar junto a ti. Que sepas sin palabras lo que mi cuerpo le quiere decir al tuyo, lo que mis hormonas le dicen a las tuyas, eso espero pero no sé sí es posible la comunicación así. Algunas veces tu olor me habla y yo le escucho, por eso beso tu cuello y rozo mis labios en tu oreja, si tu te dejas. Cuando lo permites, dibujas una leve sonrisa en tu rostro y yo me río también contigo.  


La historia de un payaso

Un día buscaba entre las cosas de mi madre un vestido para ir a la fiesta de graduación de Margarita. Había guardado sus cosas después de su muerte, cuando un policía había disparado en contra de ella cuando huía de la prisión. El gobierno quiso matarla por haber actuado en contra del presidente, por querer la revolución y ser comunista. Al igual que mi padre, quien repartía volantes con mensajes subversivos en contra del Estado y que había sido muerto por la CIA.

En el baúl de los recuerdos de ella, encontré una carta de mi madre para Domingo, su gran amor y mi padre. La leí, decía:

24 de octubre de 1962

Querido amor, te confieso que lo siento por ti. El amor que el mismo amor que siento provoca en mi y la razón del porque amarte como lo hago. Pase en algún momento de mi vida una historia trágica, que no deseo recordar, que quiero olvidar pero que cada día recuerdo al ver a mi hija. Una niña preciosa que conociste cuando tenía cinco años, que le gustaba jugar con tu pelo y jalarte los bigotes. Una niña que soñaba con ser doctora cuando fuera grande, cuando tuviera la edad que tengo yo ahora.

Nos conocimos en aquel parque que estaba cerca de nuestras casas. Yo siempre iba todas las tardes con mi hija y tu hacías globos para que los padres compraran. Algunas veces me sacabas la risa con tus payasadas, con tu humor ingenuo y con las figuras de los globos. Me gustaba mucho el gato que hacías con tres globos de diferente color cada uno. Me gustó tanto el gato, que te fui a comprar uno para mi hija pues me parecía muy aniñado comprar uno para mi y no para mi hija.

Al acercarme a ti, hiciste una broma y me reí. Reí tanto que tú, siendo un payaso de profesión te di pena. Fue ahí donde me di cuenta de mi risa y me callé. Mi hija también reía conmigo, escogió el gato que ella quería, uno que era de color amarillo, verde y morado. Te pague, nos volvimos a sonreír y nos fuimos del parque. Me quede pensando en que tenías los mismo ojos que San Juan Bautista y fue así como me gustaste aquella tarde.

Después de aquel día, siempre salíamos a la misma hora del parque. Me acompañabas a mi casa y siempre llegamos mi hija y yo felices de haberte visto y de haber compartido contigo un rato agradable. Me recuerdo como te costó preguntarme por el padre ausente de mi hija y te conteste que era madre soltera y que así estaba muy bien. También me preguntaste por algún novio en mi vida y te comenté que tampoco había novio alguno. No quise decirte más ni darte más razones, pero viste el camino libre para ti.

Te comenté que me gustaban los gatos que hacías con los globos, cada día me regalabas uno y yo me emocionaba. Los empezaste a cambiar también, recuerdo uno que hiciste de gran tamaño que lo deje cerca de la puerta de la cocina que era el único lugar que había encontrado para el gato. Mi hija era feliz, jugaba con ellos, le ponía nombres a cada uno y los reconocía por los colores. Yo algunas veces le ayude con los nombres y el que más me gustó fue Serafino. Un gato mediano que tenía un bigote azul de cada lado, una cola roja y su cuerpo de color amarillo.

De dejarme sólo en la puerta, pase a invitarte a tomar un café. Te sentabas en la silla que estaba cerca de la cocina, cruzabas la pierna y tus grandes zapatos a veces no me dejaban pasar. Me molestabas mucho pero también me hacías reír mucho. Te conté que trabaja como empleada doméstica en una casa cerca a la mía por la mañanas mientras mi hija iba a la guardería. No comentaste nada pero recuerdo que en esos días me sentía como me sentí cuando recibí la primera comunión.

Un día, llegué al parque sin mi hija tenía un tiempo antes de la hora a la cual iba por mi hija a la guardería. Me invitaste a un helado de carretera, compraste el cono jumbo de vainilla. Me agarraste de la mano y caminamos en el parque. Nadie dijo nada, solamente caminamos así y escuchamos el sonido del canto de algunos pájaros que andaban por ahí, el paso de los carros y el grito de los niños que jugaban. Te dije que me tenía que ir pues tenía que ir a la guardería. Me acompañaste, pero antes de llegar, cabal frente al rosal de la Nía Rosa me besaste. Primero me dijiste que yo era la única mujer que te recordaba la primera estrella de la tarde. Luego me dijiste que cerrara los ojos porque ibas a darme un regalo. Yo no quería cerrarlos, me daba vergüenza que alguien nos viera. Después de mucho rogarme te fuiste acercando poquito a poco hasta que tus labios se arrejuntaron con los míos. Sentí la boca llena de rosas.

Al poco tiempo me preguntaste si quería casarme contigo y te dije que si. Nos íbamos a ir de la ciudad porque en el circo en el que estabas, al día siguiente levantaban la carpa y seguían hacía el sur. Pero me sentía sucia ante ti, tenía que confesarte mi mayor secreto. Tenía que contarte como Don Arturo había abusado de mi y a causa de ello yo era madre. Un día antes de la última función del circo, nos juntamos en el parque como siempre. Te iba a comentar mi secreto, pero te vi algo preocupado. Traías contigo un paquete que al final lo guarde por ti porque no sabías donde esconderlo. Te dije que no juntaríamos al día siguiente en el parque, antes de medio día para dártelo. Te fuiste corriendo y yo salí del parque, unos policías me empujaron y me dijeron que querían revisar mis cosas pero les dije que no podían hacerlo. Se fueron pero tuve que pagarles con un poco de dinero para que me dejaran en paz. Antes de llegar a la guardería, el paquete cayó y soltó un montón de volantes que tenían mensajes en contra del Estado.

No comprendí porque tu participación o el de tu acción, no te miraba como la persona que podía actuar de dicha manera y que buscaran ser parte de la revolución, nunca comentaste alguna opinión en contra del presidente. Así que me quede pensando porque hacías lo que hacías, más siendo un payaso que estaba en el circo y que luego vendía globos en el parque. Yo alguna vez si te dije que estaba en contra de la reelección del presidente pero no contestaste nada ni tampoco hubo algún tipo de reacción. Así que cuando te viera, te preguntaría.

Llegó el día de hoy, el día el cual nuestras vidas se unirán por amor pero tenía que preguntar del porqué del paquete y contarte mi secreto. Nos juntamos en el parque a medio día y te pregunté. Me contaste lo triste que había sido tu infancia. Cuando los policías habían agarrado a tu padre para que confesara en donde guardaba las bombas, no lo hacía porque no quería morir y negaba todo lo que los policías decían. Tú estabas viendo como le golpeaban y como su ropa se empezó a llenar de sangre, querías que parara la tortura para con tu padre. Empezaste a llorar y seguiste con tu historia, que un policía siendo tu un niño te preguntó en donde guardaba las bombas tu padre y le fuiste a enseñar.

Tenías la esperanza que así lo dejaran tranquilo y no lo golpearan, pero después de ese día nunca más le volviste a ver. Tu mamá había muerto a los pocos días por el dolor de la muerte de tu padre y te quedaste solo. Te adoptó un extranjero que refugiaba a personas que el Gobierno buscaba para matar. Y fue así como me dijiste que jugabas con la muerte siendo un niño, pues después de la muerte de padre y madre, mirabas también como las personas que tu padre adoptivo refugiaba morían también. Habías sentido que siempre te ha acompañado la muerte y que haciendo lo que hacías, te ibas a liberar de ella. Querías luchar por justicia y que te habías asqueado y cansado de tanta desigualdad.

Terminaste diciéndome, que no olvidara que cuando el payaso ríe es porque le duele el alma. Tenías aquel gran dolor por la muerte de tu padre. Yo te conté de lo que me había pasado trabajando en la casa de Don Arturo. Tenía miedo de que me dejarás y ya no quisieras estar conmigo. Terminé de contarte la historia y me abrazaste. Lloré, lloramos y sentí que te amo con todo mi corazón, con todas mis fuerzas. Sólo quiero estar contigo, tener hijos contigo y ser feliz contigo junto con mi hija. Te di el paquete y te fuiste. Quedamos de vernos cerca del circo, cuando terminara la función y así irnos.

Ahora que estoy en casa, te escribo esto de como con el tiempo, las horas juntos me enamore de ti. Me hacías reír y creo que estando juntos encontramos nuestra libertad que tanto anhelamos. Tu libertad de la muerte y la mía a causa de lo que te conté hace un rato. Te amo y espero que nuestro futuro sea como lo es nuestro amor ahora de maravilloso.

Lucía.

Terminé de leer la carta y me enteré de todo lo que no sabía. No sabía que mi madre había sido violada y por ello había nacido. Tampoco sabía que Domingo no era mi padre biológico, sino que Don Arturo, quien abuso de mi madre. Igual tampoco sabía quien era Don Arturo. Pensé que para estas fechas, ya habría muerto y que en algún momento había pagado por lo que le había hecho a mi madre. Aún así, recuerdo que mi madre Lucía me dio todo su amor y me sentía feliz junto a ella.

Observe la fecha, era el día en que ambos, mi padre y mi madre habían muerto. Empezaron a brotar unas lágrimas de mis ojos, pero me lleno saber el gran amor que le tenía, el mismo amor que le permitía amar con tanta fuerza a pesar de lo que le había ocurrido. El amor de Domingo a mi madre también era fuerte y que ambos, a través del amor habían encontrado la libertad que tanto deseaban, que había marcado su vida. No sé si fue casualidad o parte de lo que tenía que pasar, pero el día que iban a irse fue el día que murieron. Se fueron juntos al final de sus vidas, queriéndose y amándose.


Estaba y me sentía consternada, me había enterado de mi origen pero ese día también me enteré de lo grande que es el amor, lo bello de sentir amor y de expresar amor. Seguí llorando, pero me reconfortaba el afecto que guardaba en mi corazón, cuando mi madre me abrazaba, cuando me daba las buenas noches, cuando jugaba conmigo y que sabía que siempre buscó lo mejor para mi. La hermana de mi madre cuido después de mi, pero empecé a imaginar como hubiera sido mi vida en el circo, entre risas y dolores tan grandes que se adentran en el alma de las personas y que son el motivo de la búsqueda de su propia libertad.  







jueves, 26 de septiembre de 2013

Gracias vida

Que puedo decirte vida, que te amo con locura, que necesito de ti cada día para dejarme asombrar por lo maravillosa que eres. Me aferré de tal manera a ti, que te siento inseparable y que nuestro divorcio seria la muerte. Aun así, disfruto siempre de tu compañía, aprecio tus regalos y la manera en como complaces mis gustos y antojos. Gracias vida por dejarme ser quien soy, por abrigarme durante la mortalidad  y por cubrirme de la incertidumbre.
Simplemente, muchas gracias.


Volando entre nubes

Tus memorias, tus recuerdos son tu mayor tesoro. Todo lo que haz hecho en tu vida es por tu esfuerzo y dedicación. Vuela, siempre más alto, toca las nubes, abrázalas y de vez en cuando duerme sobre alguna de ellas. Te darás cuenta de lo bello que es la infinitud y del miedo que se va cada vez que llegas a estar junto a una estrella. Intenta reflejarte en el mar, sería toda una odisea verte, cuando lo hagas es porque habrás tocado tierra, pero aun siendo así, disfrútalo y llénate del aroma que te regala la naturaleza.



domingo, 15 de septiembre de 2013

El conejo en la luna


Y ante la hermosura de la vida, de la belleza de lo inigualable, me vacié en ella, como reloj de arena, me conmoví y me seduje por su mirada, por lo que me ofrecía. Un azar, un juego lúdico que iba igual que yo. En dos caminos diferentes, pero ambos hacía la luna, hacía ella para encontrar al conejo que habita en ella.  


El sabor de sus olas


Dejo que mi corazón vuele, que sienta el aroma de cada mañana, le dejo seducirse por la vida misma... Dejé que mis ojos vieran la belleza de la naturaleza, que sintieran y que se humedecieran por mirar la grandeza de la vida, de los árboles, del juego de colores, entre el azul, el verde y el morado. Dejé que mi ser se perdiera en el cielo, que jugara con las nubes, que hablara con las estrellas, que soñara con el horizonte, con tocar el mar, que me idiotizara y que se mezclara con la espuma y el sabor de sus olas.  


Te salvaré...

Lo que puede hacer para que te recuperes es intentar hablar con tu sangre y cantarle canciones de cuna para que duerma y así logres descansar un rato. Tal vez termine siendo un acto suicida pero no importa, algunas veces los héroes mueren sin razón alguna y son considerados como mártires. Imagínate tú siendo una mártir, siendo una persona que no logró superar los peores problemas de la sociedad y por eso mueres, casi una anomia.

Si llegaras a descansar tanto y no despertarás después, yo te recordaría con dulzura, con amor y con ternura. Recordaría también los momentos que pasamos juntos. Los momentos en donde tu cuerpo le sonreía a la vida y yo bailaba junto a ti. Es una lástima que algunas enfermedades se coman hasta tu alma, si es que los dos tenemos un alma. Es un problema también que la enfermedad nos haga querer la vida y valorar más aquellos momentos pequeños, los momentos que llenan el corazón.

Te recuerdas aquella vez que estaba en tu departamento y miramos los fuegos artificiales por la ventana. Yo te miraba reflejada en el vidrio, tenías aquella sonrisa que me alegraba y que me invitaba a besarte. Estabas llena de salud, de vida, de lozanía. Qué es lo que le puede pasar a uno para enfermar tanto y perder todo lo bueno que te deja vivir.

Ahora te miro así, débil, pálida sin ninguna posibilidad extra de vivir más tiempo. Por eso te digo que me dejes hablarle a tu sangre, quiero cantarle las canciones de cuna que mi madre me cantaba cada noche antes de dormir cuando era un niño. Eso me hacía sentir querido y tranquilo. Olvidaba todo lo malo que podía haber en una noche, los monstruos que están debajo de tu cama o en el ropero, los espíritus que pueden salir de tus zapatos de colegio o las voces que llegas a escuchar cerca de tu oído. Las canciones me tranquilizaban, algunas veces las tarareaba y luego me las aprendía.

En el colegio las cantaba durante el recreo y muchas maestras creían que iba a ser un cantante famoso. Nada que ver con lo que soy ahora y con mi profesión. Enamore a muchas mujeres así también, las invitaba a comer, al cine, a bailar o a beber. Luego íbamos a mi departamento o al de ellas, tomábamos una botella de vino y les cantaba. Sabía que canción cantar para cada mujer, todo dependía de lo que me contaran antes de bebernos la botella. El alcohol siempre ha tenido cierto efecto positivo en mi voz y en la letra de mis canciones. Así fue como te empecé a enamorar a ti, mi querido amor.

Me causa un gran dolor verte así de enferma, conectada a tantos aparatos que no estoy seguro de la causa de tu vida, es porque el médico lo decide así o porque tu vida no termina en este momento. Por eso te pregunto sí quieres que le hable a tu sangre, que la trate de calmar y que me cuente que le hace a tu cuerpo. Cuál es su proceso ahora, si trabaja como siempre lo ha hecho o sí se retrasa ahora que se siente enferma igual que tu. Me permites..., tomaré tu gesto como un si.


Te pincharé con esta aguja para secarte un poco de tu sangre, así la invito a un café mientras charlamos. No voy a fumar mientras tomo el café para no contaminarle, te aseguro que no nos tardaremos mucho. Sólo quiero saber de tu sangre y quizá, si la convenza logre que descanses y ya no sientas más dolor. La volvería a introducir dentro de ti con la misma aguja y así cuando este dentro de cuerpo, descanses y yo ya no sienta el dolor que me causa verte así, sin vida.   




viernes, 6 de septiembre de 2013

El viaje...

Hoy inicia mi viaje, aquel que empezó el día que me confundí de nombre y dije el de otra persona. Estaba segura que ese no era mi nombre, pues yo me llamo Casia Olivar. Eso es lo que dicen los papeles que cargo en mi bolsa verde, uno es un documento de identificación, otro es la cuenta de la luz y el otro que tengo guardado son los impuestos que tengo que pagar. Además cargo una licencia de conducir, no sé porque la tengo porque recuerdo que no sé manejar carro. Son varios los papeles importantes y en todos aparece el nombre de Casia Olivar.

El día que salía de mi casa para empezar mi viaje hacia el Norte, estaba segura que me llamaba Lorena Méndez. Supongo que tenía presente dicho nombre por haber leído el periódico o alguna revista. Quizás pensé que quien se llamaba así, era parecida a mi y por eso guarde dicho nombre en mi cabeza. También me sentía nerviosa, era la primera vez que salía de viaje y que no tenía planeado regresar a casa. Mi viaje iba a durar lo que dura una plantación de banano, entre ocho a nueve meses. Quería conocer varios lugares, ciudades, pueblitos o campos. Quería tomarme fotos en los parques, en los mercados, en los supermercados o en algún restaurante tradicional. También quería conocer gente, hablarle a muchas personas para que me contaran sobre su país, que les gusta y que no les gusta, actualizarme sobre temas políticos, sociales, económicos y sobre todo artísticos.

El motivo principal de mi viaje era el arte y así cuando regresara a mi casa poner mi propio museo. En la casa, mi madre guardaba muchas cosas. Algunas eran muy antiguas y otras eran modernas. Guardaba también las botellas de licor que le regalaban desde hace veinte o treinta años. Tenían tanto tiempo de estar guardadas, que el aroma del licor se sentía fuerte, tan así que se lograba diferenciar entre el alcohol y la bebida. Probé un whisky que me gustó, generalmente el whisky no me gustaba. No sabría decir sí por la marca o por el tiempo que tenía guardado, pero fue mi favorito por un tiempo. La botella se acabo y nunca se dio cuenta que hacía falta una. También me bebía las botellas de vino, las de tinto destapaban mi nariz, ya fuera por el trago o simplemente por el aroma. Cuando estaba enferma, era el mejor remedio que podía tomar. No comprendía para que las guardaba tanto, pero intentaba que nadie se diera cuenta de la ausencia de las botellas y así no tener líos.

En algún tiempo llegué a pensar que las botellas serían perfectas para ser exhibidas en el museo, pues con el paso del tiempo cambian. Entonces, si las que exhibía y aún no estaban abiertas, creía que tendrían un valor mayor y mi museo tendría objetos valiosos. Tenía muchas ideas para el museo, pero quería conocer otros museos para organizarlo, edificarlo bien y que fuera lo más creativo que yo pudiera esperar de mi.

Tal vez por ello fue que confundí mi nombre, tenía tanto en la cabeza, pensamientos, ideas y de lo que sería mi viaje. Al salir de casa, un hombre en la esquina me preguntó sí sabía la hora y le dije que no. Me preguntó cual era mi nombre y fue cuando le dije que me llamaba Lorena Méndez y seguí caminando. A la siguiente cuadra, sentí la presencia del hombre cerca de mi, pensé que me estaba siguiendo pero no estaba segura. Así que me metía a una cafetería, pedí un café y un cubilete. Iba a pedir solamente el café, pero el cubilete tenía forma de un personaje que sale en una película animada de Disney. Así que me gustó y olía rico. Estaba tomando mi café y comiendo el cubilete, miraba por la ventana y el señor seguía en la esquina, haciendo como si esperaba tomar el bus que lo llevaba a la estación de trenes.

Me seguía preguntando sí me estaba siguiendo o no, si el camino era el mismo que yo hacía o no. Sí me estaba siguiendo no sabía porque lo hacía, no le debo nada a nadie y tampoco soy parte del grupo de narcotraficantes del país. No había asaltado nadie y tampoco había hecho algo ilegal, así que motivos principales para que alguien me siguiera no habían. Sí para cuando terminara de tomar mi café y de comer el cubilete, el hombre seguía ahí le preguntaría porque me seguía. Aunque fuera sólo una idea para mi, podría ser posible que me siguiera. Terminaba el último pedazo del cubilete, el cuál había sido toda una maravilla para mi, porque era de amapola con turrón. Calcule sólo dos tragos de café, vi hacía la parada y él seguía ahí. Así que me acabe el café, tomé mis cosas y camine hacia la parada. Igual tenía que esperar, pues ahí era donde empezaba mi viaje.

Me senté junto a él, le vi el rostro y observé que llevaba una maleta pequeña al igual que yo. Le pregunte si estaba esperando y me dijo que si. Que iba hacia el Norte en búsqueda de su hija, pues había salido de viaje hace dos meses y que no regresaba aún. Tenía un número al cual le llamaba, pero no le contestaba, se sentía preocupado y por eso había decidido salir de viaje. Así fue como terminó de responder mi pregunte. Le creí su historia y ya no sentí la necesidad de preguntarle si me seguía o no. Yo le conté mis motivos del viaje también, le conté un poco sobre la idea que tenía del museo y que no estaba segura cuando regresaría a mi casa. No me dijo nada más, medio sonrío y miro hacia el cielo.

Al poco tiempo, llegó el bus. Quizás espere unos cinco minutos. Cuando subía, me sentí más nerviosa, no estaba lejos de mi casa pero la expectativa y la ansiedad me hacían sentir como me sentía. Él también se subió y se sentó junto a mi. Habían varios asientos vacíos, pero pensé que por corto diálogo que habíamos tenido se sentaba junto a mi. La estación de trenes estaba a treinta minutos, así que me iba a dormir. Saqué mi pequeña almohada que llevaba, la acomodé y recosté mi cabeza. Él al verme, me preguntó nuevamente mi nombre y le dije que me llamaba Lorena Méndez. Voltee la mirada, acomode mi cabeza y me quede dormida.

El bus llegó a la estación de trenes, se detuvo y empezamos a bajar. Llegué a la caja para comprar mi boleto, pagué e iba a buscar mi bus. Seguía pensando sobre el viaje y no me fije en un hoyo que había ahí. Me caí y mi cabeza rebotó. Quede inconsciente y la persona que llego a asistirme fue él. Llamó a los bomberos y revisó mi bolso verde para buscar algún número y comunicarse con mi familia. Fue ahí donde se dio cuenta de mi verdadero nombre, Casia Olivar.

Fue ahí donde él se dio cuenta que yo era su hija y que se preocupaba por mi, debido a mi enfermedad. Había olvidado quien era y una familia me había adoptado. Siempre quise salir de viaje y por eso siempre intentaba salir de viaje. Pero esta vez, fue cuando él me encontró....


Así que hoy vuelvo a iniciar mi viaje, rumbo hacia el Norte. La idea del museo cambió, ahora viajo por placer. Quiero conocer y tomarme fotos, pero esta vez no voy sola me acompaña él. Quizás cuando sentí que alguien me seguía era más un sentimiento familiar que no logré reconocer.  







domingo, 1 de septiembre de 2013

En el suelo

Y me venía arrastrando en todo el camino, no podía caminar. Mis piernas no me dejaban caminar de pie, había recibido tres disparos en cada una de ellas y una había sido quebrada cuando el policía me jaló para subirme al camión. Al estar arriba, entre todos los capturados vi la luz, resplandeciente que me quitaba el sufrimiento por un rato. Pero fue muy poco tiempo, cuando dejé de ver la luz, te vi tirada.

Estabas con tu vestido negro y un pantalón de lona, mi corazón se comprimió y me empecé a gritar. No podía bajarme del camión, me golpearon en el ojo y me dieron una patada en el estómago. Me dolió tanto que vomité, saque de mi la manzana que había terminado antes de que los policías nos quisieran arrestar a todos. Intente salir con todas mis fuerzas del camión, pero no pude.

El camión arranco y miraba como cada vez estabas más lejos de mi, no pude ayudarte. No pude llamar a los bomberos para que te llevaran al hospital, no pude levantar tu cara del piso de cemento, no pude cubrirte tampoco. Estabas ahí tirada, ten débil, tan sola y yo tan cerca de ti. Quería abrazarte, que te sintieras protegida por mi, pero no pude y lo lamento. Estabas ahí, tirada y no logré levantarte.

Regrese la mirada y lo que volví a ver fue mi vomito. Los restos de la manzana que no habían sido digeridos y los que si, los que parecían un plato de papilla para un bebé recién nacido. Me sentí frustrada, te había dejado de hablar hace unos meses y por equivocación llegaste a donde no tenías que llegar. Empecé a llorar, el sabor que sentía en la boca lo confundía con lo salado de mis lágrimas y con lo dulce de la manzana. Me levante e intente sentarme. Una chico me ayudó, quien estaba sentado junto a mi el resto del camino hasta llegar a la cárcel. Ya no dije nada, sólo esperaba que estuvieras bien y volverte a ver para saber que seguías con vida.

Sabía que tu desvanecer lo había causado yo, por verme ahí, gritando, jalonada, golpeada y que la misma policía no respetaba mis derechos. Tú, que siempre habías respetado las leyes, que admirabas a los policías y que me querías tanto; me viste así. Desde antes, supuse la reacción que tendrías cuando me vieras entre la manifestación. No pude ocultarlo, los policías me ayudaron a exhibirme ante ti en el momento menos deseado para mi.

Llegué a la prisión, me hicieron hacer una fila y quede entre dos hombres, uno de ellos era quien me ayudó a sentarme. Sabía que iba a quedarme ahí un buen tiempo y que posiblemente  jamás volvería a correr o a caminar. Miraba mis zapatos de cuero negro cubiertos de sangre, mis manos lastimadas, mi ropa rasgada y seguía sintiendo el sabor agridulce de mi boca. Me seguía preguntando por ti, que habría sido de ti, si te habían llevado al hospital y si estabas con bien. Lo único que me importaba es que estuvieras bien, con vida. No esperaba un milagro porque no creo en ellos, pero si esperaba volver a verte.

Un policía se acerco a mi, me preguntó si te conocía y le dije que si. Me dejaron salir de la prisión. Quería correr hasta donde tú estabas, pero no podía. Tuve que aceptar que una ambulancia me llevara, además tenían que revisar mis piernas. Pero no me importaba, lo único que quería era volver a verte y dejar la culpa que sentía.

Estoy segura ahora, que el peor sentimiento que una puede tener es la culpa. Ese dolor que toca tu corazón en lo más profundo y que envenena las arterías y venas. Así es como después todo tu ser siente culpa, remordimiento y en cierta manera lo logras ver dentro de ti. Estaba en silencio, pensando en ti. Que a pesar de mis ansias de volver a verte, no podía.

Me atendió un doctor para curarme, pero por qué curarme me dije a mi misma. Ya no tenía remedio ni cura mi dolor, decidí que si no había solución para mi, intentaría superar mi culpa en algún momento pues quería estar tranquila conmigo. Estaba sedada, mis acciones eran involuntarias pero estaba llorando por ti, esperaba que no estuvieras muerta. Me di cuenta que si te perdía probablemente sería para siempre y quería despedirme de ti.

Yo sabía porque te había dejado de hablar por tanto tiempo, sentía que no valía la pena hablarte, me parecía aburrido escuchar tus penas y que siempre fueran las mismas. No me dejaste ningún momento en paz, en tranquilidad, había momentos que sólo quería estar sola conmigo misma y tu no lo permitías. Fue así como me fui sintiendo abrumada, acorralada pero a pesar de todo, te quería seguir queriendo. Tenías desde hace mucho tiempo, un espacio en mi corazón. Habías visto como crecía, como me convertía en una persona adulta y que ambas dejamos a atrás nuestra niñez al mismo tiempo.

Me recuerdo de cuando era pequeña, jugando me lastimé. Tú me levantaste y curaste mis heridas, habías quitado el sufrimiento que sentía. Te miraba y sentía paz, hacías que dejara de llorar, secabas mis lágrimas y luego me abrazabas. Entonces yo tocaba tu cabeza para darte consuelo también, para disminuir tu dolor a causa de mi. Te amaba desde siempre, desde que tenía memoria. Tú estabas en todos mis recuerdos, en todos los momentos alegres y tristes, en los momentos en que a pesar de quererme sentir sola, tú estabas ahí. Algunas veces me dabas consejos y muchas veces sólo escuchabas mis quejas, de lo que perturbaba mi corazón.


A la mañana siguiente, me levantaba de la cama para ir a tu habitación dentro del hospital. Mi hermana estaba triste, cuando me vio me abrazó y lloró al igual que yo. Fui a verte a tu habitación y eras todo lo contrario a lo que me habías acostumbrado durante tanto tiempo. Tan frágil, tan necesitada de mi. Me abrazaste y esa misma tarde nos regresamos a la casa. Quise que todo estuviera igual, así que intentamos hacer lo imposible para que así fuera.  




jueves, 22 de agosto de 2013

Es también por la semilla que se llega al fruto



Como usted, como yo, fue semejante a todos. Sólo, quizás, muy cerca de los ojos, el rasgo del pensar le arrugaba la piel más que en nosotros y eran tal vez más firmes y burlones sus labios
 Maiakovsky, en V. I. Lennin.


Debemos cuestionarnos más la información que nos dan a conocer. Educarnos es empezar desde la raíz y así formar nuestro propio criterio, empezar nuestra propia revolución intelectual, formar argumentos con sentido y renunciar a la herencia de las masas.

Ansiando escribir un artículo sobre: la inseguridad, femicidio, problemas con el Estado de Derecho, sobre la pobreza, la maldad como aspecto biológico del ser humano, comparecí a la conclusión que son cuestiones latentes que abordarlos se convierte en una ocupación diaria de varias personas, de varias reuniones, de diferentes opiniones y que se exponen desde la derecha o la izquierda. En manera cómo suceden los hechos en Guatemala, a estos temas se le agregan o se le quitan factores y otros puntos para analizarles. Entendiendo de la importancia que tienen al ser reflexionados, cambié de idea y quise tratar sobre el tema de la información que se conoce a través de los medios de comunicación ¿Cuál es el tipo de mensaje que recibimos a diario y tan significante resulta para quien la recibe? Es así como se forma una opinión colectiva que reproduce los patrones estandarizados socialmente y que, en gran medida, añeja los problemas que a diario padecemos muchos guatemaltecos por la información que se maneja.

La Internet es una herramienta que permite accesar a cualquier tipo de información de manera inmediata y que es accesible para cualquier persona que sepa utilizar una computadora. Varias personas se informan de cualquier tema, ya sea crucial o no para nuestra sociedad. La modernidad choca con la posmodernidad por el uso y empleo de los mass media, pues es la misma posmodernidad que las emplea con mayor fuerza para la comunicación y dar a conocer lo que sucede de manera instantánea.

Entonces ¿qué es lo que sucede cuando los medios de comunicación están siendo controlados y manipulados? El mensaje que va hacía los lectores, a quienes reciben la información, es un conocimiento limitado. Lo que se informa no pasa por un filtro, no importa si hay razón para la idea principal pues el interés es defender cualquier argumento. Así pues es como se construye la opinión general en la población, a partir de la información mediática, información que es leída a medias para luego formar una gran novela que anuncia, comunica y que se crea como verdadera. Son los grupos de poder que están detrás de los periódicos y otros medios de comunicación que tienen la mayor responsabilidad de lo que se comunica. Los dueños de los periódicos no son periodistas o si lo fueron dejaron de serlo, para servir a sus nuevos puestos inversionistas que desean hacer dinero y tiene el poder político dentro del Estado.

Esto convierte a la educación como el as esperado para ganar la partida y evitar la polarización. Una educación a medias da como resultado un conocimiento mediocre, un conocimiento que es fácilmente debatible y que se quiebra al ser descubierto en su punto débil, un buen diálogo destruye cualquier insignificancia fundada. Es así entonces como el formar un pensamiento crítico es fundamental para nuestra sociedad, y quienes están a cargo de ello no lo ven así. Simplemente siguen la estructura de formar masas y reproducirlas de generación en generación. Es la medida más fácil para formar a personas con opiniones comunes que son parte del colectivo social y que el cuestionamiento o pensar más allá de lo que saben es una actividad casi nula. 




 

Te amo vida

Sabes que pasa ahora, me enamore de ti. De tu ser, de lo que me regalas cada día, cada amanecer, cada noche, de todo eso me enamore. Cada vez que despierto y veo como los rayos del sol entran a través de mi ventana para saludarme y decirme buenos días. Ahí es donde te veo y te siento también. Siempre estás ahí, no importa si este de mal humor o no, ahí estás y me das todo lo que necesito siempre. Tu silencio a veces me fascina, me encanta y otras veces me preocupa. Pero aún así logras despertar mi interés, me siento feliz contigo a pesar de que no sepa qué será de nosotras en el futuro. Me he acostumbrado a estar en el presente, sin desear más, sin querer más, sólo quiero que tu estés conmigo el tiempo que sea necesario. Deja que me maraville de todo lo hermoso que hay en la naturaleza y en los animales.

A veces por la mañana, cuando ya me has despertado con un cálido buenos días, observo desde el balcón a las aves que vuelan en la mañana, dejando por un rato sus nidos para regalarnos un sonido que endulza al oído. El cielo muchas veces está despejado y me regala paz. Respiro profundamente y me siento bien, me das serenidad y calma. Casi siempre es así como me doy cuenta de lo bella que eres, de lo magnifica que resultas para mi corazón y para mi vivir.

Durante el día no siempre te pienso porque me mantengo ocupada, trabajando al igual que tu. Nuestros oficios no nos alejan, es más bien la manera en como nos relacionamos siempre. Nunca me ha parecido aburrido estar contigo, el tiempo es valioso y compartido mucho más. En cada detalle te lograría ver si me fijara en todos los presentes que tienes para mi. Nunca te cansas de darme tantas cosas bellas, que es así como entiendo que el amor trata sobre eso, en el dar sin recibir nada ni tampoco esperar algo. Es el mejor ejemplo que me has dado y así es como llego a amarte tanto y amar todo lo que hago.

Al final del día, por la noche me sigues llenando de muchos sentimientos bonitos que han alegrado siempre a mi corazón. No importa que tan cansado fue el día, si me sentía mal o triste, en la noche me das un hogar en donde pueda estar. Acompañada de la luna casi siempre, quien vigila por mi y te cuenta cuando ando bien o mal. Me quedo dormida, mientras cuentas un cuento... A la mañana siguiente, todo sigue igual de tierno para mi. Te amo tanto vida, sé cuando sea la hora de la muerte estaré tan feliz porque te aprecié tanto como tu me apreciaste.






domingo, 11 de agosto de 2013

Arbat

Estaba entre los libros, las pinturas y las pulseras, tenía la mente distraída viendo tantos colores, viendo tantas cosas lindas que no había visto antes. Estaba en Arbat y tenía unos años menos, había ido a la Plaza Roja y la Catedral de San Basilio. Tanta gente me llamaba la atención, tu estabas siempre atrás de mi, quizás porque aún siendo familia éramos más extraños que conocidos. Intenté muchas veces hablarte de mi y de lo que me gustaba, pero no lograba sentirme cómoda en la platica. Tú sabías cual había sido mi pasado y yo lo único que sabía es que eres parte de la familia, parte lo que entendía ser mi familia.

Las veces que mirábamos los carros correr, me gustaban mucho. Pensé en algún momento que quería alguno de los carros que mirábamos correr, quizás desde esa vez empezó mi gusto por los carros, por la velocidad y también por las carreras. Yo de vez en cuando miraba tus ojos, para encontrar cierto parecido entre nosotros. Pero no lo lograba, tus ojos claros iluminados por el sol me confundían y aún así intentaba engañar a mi mente para no pensar más de la cuenta y no arruinar el viaje. Fue así como seguía pensando y a la vez disfrutando.

También, en aquella época creía en Dios, creía que había hecho un milagro en mi, que me regalaba todo lo que estaba viendo y sintiendo por los líos en la casa. Tú lo sabías y por eso te comportabas como lo hacías conmigo, yo entendía a pesar de mi corta edad. Quizás hubiera hecho lo mismo si los casos hubieran sido diferentes, tú llegar a mi para que te cuidará. Todas las noche rezaba con la esperanza de que Dios escucha y así resolvería el conflicto entre nosotros y seríamos buenos hermanos. Aunque estando allá aprendí a separarme de la familia y tal vez fue cuando empecé mi propia vida, no tenía nada que cumplir ni tampoco sentía que le debía algo a alguien.

Terminó el viaje y nunca sentí que Dios me había escuchado después de algún tiempo, fue ahí donde empecé a dudar de él. Regrese y ahora te volveré a ver. Ya no seremos extraños ni conocidos, te considero mi familia y no por milagro, sino por dejarte conocer.


Márchate y sé feliz


- Quiero pedirte disculpas querida Laura por estar ausente, por dejarte sola tanto tiempo. No era mi intensión que pasara así, que me conocieras de esa manera. Sé que me quieres como yo te quiero a ti y no quiero que pienses que ya no me importas o que ya no me interesas, no es así. Pasó lo que tenía que pasar y fue así cuando dejé que mi vida continuara sin sentido, que mi soledad me abarcara y que me perdiera como náufraga. En algunos momentos estaba segura de lo que hacía con mi vida pero aún así no me importaba regresar, no tenía sentido para mi y fue cuando te lastimaba querida Laura. Quería que estuvieras cerca de mi pero mi propia forma de expresarme te alejaba, te hacía huir de mi y no me daba cuenta de mis acciones, de la manera en cómo estaba marcando tu corazón y tu vida junto a mi. Te deje sola Laura sabiendo que no conocías el camino, sabiendo que en aquella jungla en donde te deje podrías morir, algún animal podría haberte atacado y tu estabas sola. Tampoco recé por ti no me preocupe por nada, no deje a nadie encargado para que te cuidara y que te consolara de vez en cuando. Tú tampoco buscaste refugio en alguien más para que te consolara o te cuidara, eso fue un acto heroico que quizás yo nunca hubiera hecho, tal vez hubiera regresado con Rebeca y te hubiese olvidado. Estoy segura que aún así no me hubieras dejado ir, no comprendo por qué no lo harías, lo pienso pero no encuentro las respuestas. Mi conclusión, querida Laura es que me amaste y me sigues amando a pesar de todo lo que te hice, a pesar del daño y del sufrimiento que te hice pasar.

- Lo sé mi dulce amor, lo sé Ana... sé lo que hice por ti, el sacrificio que algunas veces era dado por amarte en la manera como lo hacía, en la manera en que mi corazón intentaba buscar el tuyo para guardarle y refugiarse en mi dulce sentir, en mi dulce respiración, en mi amor por ti amada Ana. Todo lo que pase lo hice por quererte y por desear estar contigo. Estando junto a ti, llegué a pensar que llevaba mi vida a la ruina, al precipicio, donde el sol nunca llega porque sería morir ahogado. Estaba consciente de todo, del día a día y algunas veces del tiempo que pasaba. Pero quería estar ahí, verte, sentirte, tocar tu piel y besarte, para mi era suficiente. En algún momento, no sé en qué etapa de nuestra relación llegue a sentir que nuestro el amor era como el amor de Frida y Diego al final de la vida de ambos, a ese agotamiento, a esa necesidad mutua... Así te sentía Ana, tenía necesidad de ti, tenía la necesidad de que solamente tú secarás mi lágrimas, que tu me dieras el calor que mi alma necesitaba para poder vivir, quería todo contigo. Quería recostar mi cabeza sobre tus piernas todas las noches frente al televisor mientras mirábamos las noticias, quería cenar contigo todas las noches y que me contarás de tus dilemas, penas, angustias y tus problemas en el trabajo. Nunca me cansé de escucharte, nunca me cansé de tus ronquidos en la noche, nunca me cansaste Ana.

- No quiero escuchar más Laura, me hace mal escucharte. Me siento culpable de todo lo que paso, sino hubiera sido por mi seguiríamos juntas y quizás ya hubiéramos adoptado a un niño a una niña. Hubieras sido muy feliz y yo también, pero no es así. Tampoco me agrada que pienses así como lo haces, te has aferrado a un sueño, a una idea que no existe. Te has visto a ti misma... eres hermosa. No tienes porque estar así, no lo mereces. Eres bella, eres magnífica, todo lo que has hecho ha sido por ti. Yo fui un parásito para ti, te robe un poco de tu vida, de tu alegría, de tus sueños. Me alimente de tu esperanza, de tu optimismo, te utilice si lo quieres saber. Me fuiste útil para curar mis heridas pasadas, me fuiste útil para olvidar parte de mi pasado, me fuiste útil para que mi corazón latiera. Piénsalo así, por favor. No busques más, no tiene sentido hacerlo.

- Ana imagina que me marcho, que te dejo sola.. qué harías. En algún momento me buscarías, pensarías en mi, soñarías conmigo alguna noche, me extrañarías cuando duermas sola... Quiero saber...

- Laura, no te puedo mentir más. No lo haría, al dejarte te olvidaría, te alejaría de mi vida, como si nunca existieras. Leería el periódico cada mañana, trabajaría más y saldría con mis amigas y amigos para olvidarte. Quizás cada noche besaría a alguien diferente para alejarte más de mis recuerdos, de mis pensamientos... No tengo el afán de regresar contigo, míralo así... "una mancha de mora con otra mora se quita ¿no?". Eres libre, como siempre lo has querido. No te puedo dar más de lo que te dí, no puedo estar siempre a tu lado, no quiero que pienses así, no lo hagas, no vale la pena. El amor es así, va y viene... Se transforma, cambia, anida en el corazón pero luego desaparece con el viento, con el paso del tiempo, conforme se seca y se convierte en polvo.

Laura, vive y sé feliz. Olvídate de todo lo que aprendiste en el colegio, durante tu infancia y en lo que crees. No tiene sentido saber como se llaman las montañas o la sierra que está bien cerca, sí nunca sales de la ciudad..  Dame un beso y márchate...  




sábado, 10 de agosto de 2013

y me enamore de ella..


Me enamore de ella, de su tez blanca, de su pelo café oscuro y las puntas de su pelo claro. Me enamoré de su sonrisa, de sus tatuajes, de su mirada perdida, de su niña interior, de su amor por los animales, de su juventud vivida, de sus sueños y anhelos. Me encantaron sus problemas, sus dilemas, sus escritos, sus cuentos, sus historias, me enamoré de su imaginación, de su ingenuidad, de su sencillez, de su piel lastimada. Besé sus marcas, sus piquetes, sus costras. Jugué con su pelo, le hice una cola que duró poco, me gusta verla despeinada, durmiendo y soñando.  

Horizonte


Dejo que mi corazón vuele, que sienta el aroma de cada mañana, le dejo seducirse por la vida misma. Dejé que mis ojos vieran la belleza de la naturaleza, que sintieran y que se humedezcan por mirar la grandeza de la vida, de los árboles, del juego de colores, entre el azul, el verde y el morado. Deje que mi ser se perdiera en el cielo, que jugara con las nubes, que hablara con las estrellas, que soñara con el horizonte, con tocar el mar, que me idiotizara con el horizonte, que se mezclara con la espuma y el sabor de sus olas.  

Te dejo libre

Qué podría contar acerca de mi vida... podría contar muchas cosas, muchos momentos y muchas circunstancias por las que he pasado y me han hecho cambiar un poco. Podría también contar historias de mi niñez, de cuando entré a la etapa en la que una se convierte en adolescente o cuando cumplí veinte años, cómo me sentía y si realmente me sentía una persona adulta. Quizás serían historias que se convierten en anécdotas y pasaría un rato agradable recordando tanto y volviendo a sentir lo que pude haber sentido en aquellos momentos de mi vida. Realmente tengo muchas historias para contar como usted también tiene tantas historias para contar, para recordar, para transmitir cuando se está acompañado con una persona o con varias personas. En una fiesta, en una cena, en un desayuno o en un encuentro ocasional o planificado...

Momentos hay, para todo. Hay momentos para amar, para extrañar, para reír, para ser la persona que somos... Pero hoy, en esta noche lluviosa, donde las estrellas han quedado cubiertas por la nubes que llevan la lluvia, hoy la historia es para ti querido Leonardo. Quiero recordar y contar la historia de aquel día que nos conocimos, cuando me regalaste el libro de Virginia Woolf. Me pareció que la única manera que encontraste para acercarte a mi, para hablarme fue de aquella manera, regalándome un libro que pensabas que me gustaría, y así fue. Tenías el libro debajo tu brazo derecho y vestías el abrigo café, una bufanda beige y usabas guantes de cuero. Aquel día tuviste el valor de hablarme, así como tú lo cuentas a los amigos. Me habías visto antes, mucho tiempo antes, pasaron varios años antes de que me hablaras, antes de que te acercaras a mi, pasaron muchos años antes de todo. Recuerdo que me encantó el libro, el aroma que sentía cada vez que avanzaba hoja por hoja, que terminaba un capitulo para iniciar otro y la sensación que me dejó cuando lo terminé de leer.

Ese día no me enamore de ti, llamaste mi atención eso si fue claro. Después de aquel día quería más encuentros casuales contigo, fue tonto no darnos ninguna manera en cómo nos pondríamos en contacto... Pero te volví a ver dos semanas después frente al café donde me regalaste el libro. Ese día hablamos del libro y también de tu viaje a Rusia. Hablamos mucho, lo recuerdo. Yo sonreía muchas veces y me tocaba el cabello para llamar tu atención, quería que con tu mano tocaras mi cuello para acercarme y me besaras. Así quería que pasara y que el beso durara lo suficiente para que en las siguientes horas, leyéramos algunas partes que me gustaron del libro desnudos, después de haber tocado tu cuerpo, desnudo y descubierto por mi. Eso era lo que pensaba en aquella noche, supongo que estabas nervioso, siempre tenías algo en la mano. Si no era la taza, la servilleta, el papel que quedó luego de agregar azúcar a tu café, el individual, siempre tocabas algo pero no tocabas mi pierna o mi mano, sentía que te daba las señales para que lo hicieras y no fue así. Pensé que eras muy respetuoso, de aquellos hombres que una mujer se encuentra en la vida cada seis u ocho años.

Aquella noche nos despedimos. Salimos del café, roce con mis labios tu oreja izquierda, respire un poco tu loción para reconocer tu olor y aún así, estabas tranquilo y no intentaste nada ni ofreciste algo para hacer después. Pensé que te sonrojarías, pero tampoco pasó. Te besé la mejilla, terminé de colocarme la bufanda blanca y me fui. Pase a tu lado y así fue aquel adiós, pensé en regresar para besarte, pero cuando volteé la cabeza te habías subido a un taxi. Así que continúe caminando hasta llegar a casa. 

Luego de mucho tiempo, te volvía a encontrar... la situación aquella vez era distinta. Aquel día inicia tu tragedia y para mi iniciaba la felicidad. Yo estaba enferma, escuchaba voces y se me complicaba mucho concentrarme. Estaba en tratamiento, consumía muchas pastillas durante el día para tratar de estar bien conmigo misma, me era difícil estar presente en la realidad, en el día a día. Yo seguía escribiendo, era lo único que me gustaba hacer y lo que me permitía estar en contacto con el mundo.

Nos volvimos a juntar frente al café de siempre, platicamos mucho y te conté sobre mi salud. Pareció que no le diste mucha importancia y fue ese día, que tocaste mi cuello con tu dedo índice. Lo deslizaste sobre mi cuello hasta mi media espalda, que era donde iniciaba la tela del vestido que tenía aquel día. Te vi directamente a los ojos y comprendiste que me gustó lo que hacías, viste mi mirada quebrada y mis labios, te inclinaste un poco hacía mi y me besaste. Pasó lo que esperaba, me gustó tu beso. Tenías labios perfectos para mi, no aquellos labios que son húmedos y aguados y que cuando los besas sientes la humedad de la saliva triplicada. Tus labios eran gruesos para poder morderlos de vez en cuando, no eran aguados y no caían cuando les besaba, así que me agrado mucho besarte.

El beso duró lo suficiente para luego ir a tu apartamento y jugar a desvestirnos. Recorrimos con una mano el cuerpo del otro y con la otra nos divirtamos un poco más. Besaba tu espalda larga, tocaba tus brazos sintiendo tu piel y mis piernas buscaban enroscarse en tus piernas. Aquella noche me sedujiste y me deje llevar, me sentía amada y sobretodo deseada, me sentí tuya. Nos quedamos dormidos y a la mañana siguiente nos vimos a los ojos y comprendimos nuestros sentimientos.

Así iniciamos a compartir nuestras vidas. Tal vez el haber vivido juntos fue tu mayor martirio y no dejaba que trabajarás como lo hacías antes. Durante el tiempo que compartimos me llamó la atención que seguías regalándome libros, termina de leer uno y al día siguiente me sorprendías con otro. Algunas veces sabías cuál libro quería y otras veces me sorprendías con un libro que no esperaba.

Sin embargo, habían libros que leía y que no me gustaban. Te contaba la historia, tu solamente sonreías y me besabas. Terminábamos en el piso, desnudos y felices. Cada vez que hacíamos el amor resultaba perfecto para mi. Tu piel sobre mi piel, tu aliento sobre mi cuerpo, tus manos acariciándome y me sentía tuya cuando miraba tus ojos, fijos, serenos, viéndome a mi. Me seguía sintiendo querida querido Leonardo y tu lo sabías.

Así como crecía mi cariño por ti, mi enfermedad seguía avanzando. Mis escritos, poemas y cuentos, contaban lo mal que me sentía, lo deprimida que estaba ya. Tomar las pastillas, me tenían harta, ir al médico me tenía harta, escuchar lo que debía hacer también me tenía harta. Quería descansar, alejarme de mi mal. Empezaste a entregar tu vida para mi cuidado, para que estuviera bien y no me faltara nada, pero luego de un tiempo me hartó. Sabía que estaba cometiendo una injusticia para ti, no dejaba que vivieras tu vida. Tu vida se convirtió en mi enfermedad, en estar remediando con mis voces, con mi falta de atención, con mis salidas fugaces a la calle. Yo reconocía mi mal pero tu no lo hacías, te aferrabas cada vez más a mi, a querer curarme y que estuviéramos bien. Habías olvidado que eso no volvería a pasar, el enfrentar la enfermedad era toda una lucha diaria y eso debilitaba todo.

Me aleje poco a poco de ti, tenía ganas de escribir y eso es lo que hacía. Empecé a escribir una historia sobre Elena. Una mujer madura, con una hija, lesbiana y que aún sentía amor por Francisco, su amor de juventud. La historia giraba sobre cuestionamientos. Cuestionarse el por qué de su lesbianismo, el  por qué de su amor por Víctor, el por qué haber querido tener una hija, el por qué de su madurez, el por qué de sus diez años con Aurora, su pareja. Habían muchos personajes en la historia, todos giraban alrededor de Elena, sobre su frustración y sus ansias de querer sentir a la fuerza estar bien consigo misma a pesar de todo lo que ocurría en su alrededor.

Algunas veces te diste cuenta cuando me quedaba pensando y tu sabías por qué lo hacía. Comprendiste también tu papel en mi vida cuando me llamabas para que fuera a la cama a dormir, pero yo seguía escribiendo, deseando terminar la historia de Elena y descansar. Terminar la historia de Elena se hizo mi vida, las voces que escuchaba me ayudaron para escribir los diálogos de los personajes pero también mis pensamientos eran conocidos. Llegué a la conclusión de que alguien tenía que morir en la historia, pensé en matar a Elena porque cumplía con todas las características para matarse pero me pareció un acontecimiento esperado, así que debía pensar  quien moriría en la historia. Pero quién debía morir, me preguntaba a mi misma y después de unos días encontré la respuesta. Mataría al personaje invisible, a quien cuenta la historia, al poeta, quien mejor haría lo que parecía correcto. Decidí que Francisco era la persona adecuada para matar, era quién contaba la historia, juntamente con Elena hacían fusionar las diversas historias que contaba y así terminaría el amor físico que Elena sentía por él y que su vida tuviera en respiro.

No sé en que momento pasó, porque no estoy segura, pero mi obra  era mi vida, se adentraba a lo profundo de mi ser y me daba a conocer desnuda. El camino por el cual caminaba tenía varias bifurcaciones y no sabía cual tomar, cómo las historias que contaba. Empecé a jugar con mi vida, empecé a planear mi muerte. Sabía que me iba a suicidar así como había decidido matar a Francisco en la historia, pues era lo que parecía correcto. Yo quería que continuaras con tu vida, que la recuperaras y que vivieras.

Fue así como el seis de mayo, te escribí una carta.



Querido Leonardo:

Te agradezco por toda la felicidad que me diste, que me regalaste, por los momentos mágicos a tu lado, sabes que te llegué amar y que después de querer tanto, seguía junto a ti, como tú también lo hacías. Cuidaste de mi con paciencia y ternura, nunca escuche alguna queja tuya sobre mi comportamiento, sobre las voces que me hablaban y mi falta de concentración. Siempre quisiste estar a mi lado, deseaste con todo tu corazón que me recuperara algún día y que tus recuerdos junto a mi dejaran de ser solamente recuerdos.

Hoy te dejo, recuperas tu vida y lo que antes eras. Así como aquel día que me regalaste el libro de Virgina Woolf, así como te conocí volverás a ser sin mi. Tuve un sueño. Soné que regresaba a casa y que me había arrepentido de morir, pero fue solamente un sueño. Aquel día que salí corriendo para la estación del bus para irme a la ciudad, tenía planeado morir. Pero te diste cuenta de mi ausencia en la casa, saliste corriendo y me encontraste. Regresé y desde esa vez pensé en cómo moriría el día de hoy.

Quiero que sepas que tu has sido la persona que me dejó ser feliz, sé que estaba arruinando tu vida y tu sin mi vas a lograr trabajar, yo lo sé. Quiero que sepas que fuiste toda mi felicidad, fuiste paciente conmigo y realmente muy bueno para mi. Tengo la certeza de que una pareja como nosotros no existe y que tampoco han sido tan felices como lo hemos sido nosotros dos juntos. Todos los años entre nosotros, el amor, el tiempo y las horas...



                                                     Irene.



Terminé de escribir la carta, mis manos temblaban, la letra apenas si me salía bien  a la hora de escribir. Lloré también, pero entre seguir viviendo contigo Leonardo y la muerte, preferí la muerte. Doble la carta, la coloqué sobre el comedor, me puse el sobrero, me abotoné el abrigo y salí de la casa. Caminé durante unos veinte minutos y llegué a la orilla del río. Busque piedras grandes, encontré cinco, agarré una a una y las iba guardo en las bolsas de mi abrigo. No me quite nada, me quede con el sobrero y fue como empecé a meterme en el río. Llegue al centro y el agua me llegaba al cuello, recordé el primer beso entre nosotros y me sumergí...